Por mucho que hubiera vivido, no habría olvidado aquel día.
Te voy a contar lo que pasó por si acaso tú si lo has olvidado.
Después de una maravillosa cena juntos, a la salida del restaurante, huiste a la carrera y me dejaste plantado en medio de una catarata de lluvia, con un paraguas desguazado por el viento y con la miel en los labios, cuando dos minutos antes me habías confesado tu amor eterno. Mi cara debía de ser la viva estampa de la estupidez sorprendida y la ira más volcánica.
No me había dado tiempo a recuperarme del estupor, cuando volviste conduciendo un coche robado. Incumpliendo todas las normas de tráfico, dejando las calles de la ciudad sin aliento, me llevaste a tu casa y tras besarme con pasión en tu dormitorio, me pediste que me vistiera y desnudara una y otra vez.
Cansado, te dije ya basta y comenzaste a llorar, saliste de la habitación y volviste con un enorme paquete envuelto en papel de seda rojo. De rodillas ante mí, me lo entregaste y al abrirlo descubrí que se estaba cumpliendo uno de mis sueños: tener un vestido como los que lució Marilyn en la película con faldas y a lo loco.
Vestido para la ocasión, entallado mi cuerpo con él, aparecieron tres fotógrafos que me cegaron con sus flashes y en un abrir y cerrar de ojos desaparecieron, dejándome con un aturdimiento casi irrecuperable.
Menos mal que reaccionaste a tiempo y me acercaste a los labios el mejor champán que había probado nunca. Con la copa entre mis dedos, casi una fotocopia de Marilyn, y con el reportaje ya hecho para mi book de artista, salimos de nuevo a la lluvia pero, esta vez sí, con un enorme paraguas que me guarecía del aguacero.
Llamaste a un taxi, te volviste a tu casa, y cerrando con un portazo tras de ti, me dejaste compuesto y sin novia, cantando bajo la lluvia. Nunca olvidaré aquella noche, llena de sorpresas, que me dejó completamente obnubilado por ti, sin rencor ni remordimientos.
Y hoy, en tu ataúd, tan bella como siempre, frita por ese inesperado ataque al corazón en la casa del miedo del parque de atracciones, me vienes a decir que todo aquello fue para rodar en secreto el videoclip de una de tus canciones, aún sin publicar. ¡Por fin, ahora sé que había conseguido trabajar como actor!
Adiós mi amor, nos veremos pronto, vuelvo a mi tumba.
Tendremos mucho tiempo para contarnos el resto de nuestras disparatadas vidas.