1.-La
sandía.
Mi
abuelo abrió una sandía y ¡oh sorpresa! ¡Estaba vacía!
Solo
quedaban sus pipas negras.
- Haremos
unas maracas - dijo mi abuelo - para bailar al son que tocan los negritos de la
Habana.
Las
metió en una lata, puso una tapadera y ahora baila con mi abuela mientras yo hago
el ritmo moviendo esa lata con las semillas negras.
2.-Las
manzanas.
Tengo
diez manzanas rojas en mi árbol de manzanas. Todas ríen, todas cantan y solo una
llora. Le pregunto a la quejica porque gime de esa manera.
- ¡No me
comas! - me dice, con lágrimas de manzana.
- Vale -
le digo yo - como tú quieras, pero no llores más, que así me das mucha pena.
Cuando
regreso a mi casa, las otras nueve manzanas le cantan a su amiguita para que no
llore, ni se sienta sola.
3.-El
coco
Cayó
al mar un coco, desprendido de una rama de su mamá la palmera y una ola muy
viajera, se lo llevó poco a poco.
Viajó
por los siete mares, metido en su cascarón. Conoció puertos, se bañó con las
ballenas y se envolvió en sales marineras.
Un
delfín y un tiburón le enseñaron mil cantares de los pececitos muertos.
Al
cabo de mucho tiempo, de flotar en remolinos y tempestades, en una playa paró y
en la arena se escondió.
En el
fondo de la tierra fue abriéndose muy poquito a poco, y de su cuerpo brotó otra
palmera de cocos.
4.- La
fresa, la babosa y el ratón
En el
centro de mi huerto, escondida tras las verdes hojas, duerme una enorme fresa. Tan
roja, tan jugosa, que llama la atención de la resbaladiza Babosa.
Ella
camina despacio, arrastrando su frío cuerpo, en busca de su alimento, pero se
adelanta Pedro, el ratón egoísta, que llega veloz y hambriento.
Se
apodera con su boca de la deliciosa fresa, para llevarla consigo a su escondite
en la roca.
Pero Pedro
no ve bien la huella de la babosa, resbala en ella y cae. Suelta un chillido y
pierde la rica fresa que apretaba entre sus dientes.
Y allí
estaba Babosa, que recobra su fresa y la rechupetea golosa.
Pedro
la mira envidioso, pero Babosa, que es buena, le invita a comer su fresa y le
dice con su afectuosa voz:
- Ves,
Pedro, si quieres tener amigos lo mejor es compartir.
5.-Uvas con uve
La uva
con la uve de la vida, de Eva, Evaristo y Virginia, del vino y la vía, de la
venta y la vendimia, de los vasos y la victoria.
Viva
su dulce zumo, el mosto, se derrama en la boca, cuando una uva carnosa muerdes
y plas!, explota.
¡Viva
la uva con su uve!
6.-Una granada en Granada
Érase
una vez una bellísima granada, que vivía en un balcón de la ciudad de Granada, feliz
y contenta, por ver tanta gente pasar.
Era
dichosa con su vida y no deseaba nada. Sus amigas las aves la saludaban al pasar,
y ella les dedicaba su sonrisa encantada, con el lindo color rojo de su piel
satinada.
- ¿Qué
haces en ese balcón sin poder viajar?, le gritan las aves con su grito
peculiar.
- Me
encanta estar aquí como una gran hada, viendo como el mundo gira y gira sin
parar. Llegará un día, dentro de unas semanas, que mi cuerpo todo, al mismo
tiempo, se abrirá. Y saltarán al aire, cientos de semillas para que comáis las
aves.
- Muchas
gracias, dulce granada. Llevaremos tus semillas lejos de la gran ciudad, para
que tu linda sonrisa, así, pueda viajar.
7.- los sorbetes de limón
Érase
una vez la banda municipal de niños y niñas tocando en el parque.
La directora
de la banda, batuta en mano, dirige sus movimientos.
Al
terminar la primera sinfonía, el público aplaude:
- ¡Qué
grandeza, qué armonía!
- ¡Qué
belleza, que alegría!
Tras
el descanso, comienza la segunda composición.
Cuatro
niños y cuatro niñas de la primera fila, escuchan atentos mientras chupan un sorbete
de limón.
Los
niños y las niñas de la sección de viento, que los observan, no pueden seguir soplando.
Su boca se ha llenado de saliva y ni una buena nota sale.
Dejan
flautas, trompetas y saxofones parados entre sus manos y esperan nerviosos a
que los niños terminen su sorbete de limón.
La
directora que se ha dado cuenta, con su batuta, les indica a los golosos que se
den la vuelta. Y así, con los sorbetes de espaldas a la orquesta, la música puede
continuar.
Aplausos,
¡plas, plas, plas!
8.-El peral de la estación.
En la
estación hay un altísimo peral cargado de peras verdes y sonrojadas.
Los
niños miran las peras maduras y jugosas, pero no pueden cogerlas.
¡Es
tan alto el peral! ¡Están tan arriba las peras!
Los
niños y niñas saltan, intentan trepar por el tronco, se suben unos a las
espaldas de otros. Pero no llegan a atraparlas.
El
perro de María también lo intenta y no para de saltar para llegar a las ramas
más cercanas.
En ese
momento, un cuervo grande y muy negro, se posa en el centro de la copa del
frutal y se dirige a los niños con su voz profunda:
- ¿Queréis
peras?
- Si,
si, -contestan todos a coro-
- La
próxima semana ellas solas se caerán. Y mientras, podéis seguir jugando a la
sombra del peral.
- Gracias,
cuervo –dijo María, mientras ladraba su perro.
9.-el plátano verde
Qué tristón
está ese plátano,
tan
solitario en su frutero,
abandonado
por los niños,
que se
han ido al merendero.
Tan
afligido está el plátano,
que ha
venido el curandero,
le ha
dado buenos consejos,
y le
ha devuelto al tendero,
para
que madure al sol,
con
los demás compañeros.