martes, 14 de febrero de 2017

Ruina

El caserío, tras muchos años de abandono, se había convertido en una ruina. Donde en otro tiempo varias familias mantenían viva y fértil una extensa explotación agraria, hoy solo quedaban un muro desdentado, decorado con los grafitis más agresivos y absurdos, puertas desgajadas, ventanas rotas, habitáculos llenos de heces y basura, desfondados colchones, muebles hechos astillas… una inmensa colección de despojos, resultado del paso de las más diversas tribus urbanas, dedicadas a la violencia y a su propia autodestrucción.
Fue fácil llegar hasta él sin que se diera cuenta. El hombre estaba solo, acuclillado en el suelo, de espaldas a la entrada de lo que quedaba de cocina. Le envolvía una densa atmósfera formada por la humareda procedente de una hoguera moribunda, el humo del cigarrillo que colgaba de sus labios, el tufo de deposiciones y la fetidez de su propio cuerpo, sucio y desahuciado. Enfrascado en su tarea, absorto en lo que requería de toda su atención, ni se enteró de la llegada del que iba a ser su asesino. Este le plantó su mano de hierro en la base del cuello, estrujó, giró las cervicales y en unos segundos el cuerpo se dobló sobre sí mismo y quedó inmóvil, adoptando una trágica posición fetal. Junto a él botellas vacías, decenas de colillas de tabaco y marihuana y, colgando de su brazo izquierdo, una jeringuilla cargada de heroína. Con esas dosis de todo tipo de químicas adictivas, es posible que su enclenque cuerpo no sufriera el dolor del mortal torniquete.
Fue una maniobra precisa y certera, de esas que Frank tenía muy bien entrenadas. Era su trabajo. Un encargo menos en su listado de la semana. Diez mil euros en su bolsillo. Otro drogata al hoyo, un muerto viviente que dejaría de ser una carga para sus padres, para toda la sociedad, un cliente menos para nutrir el negocio mortal de las mafias, un potencial recluso que no habría que alimentar con el dinero de todos, una mierda expulsada del paisaje.
No dejó ninguna huella de su paso por aquel muradal de destrucción y desesperanza. Nadie pudo verlo en aquel escenario, envuelto por una matutina cobertura de niebla, que emanaba del río como un fantasma vestido con guedejas de algodón húmedo. Él era un profesional, nunca dejaba restos de su paso por la escena del crimen.  
Desde la posición de Ester, un paseo arbolado que dominaba el valle desde un altozano, apenas se distinguían los escombros de aquellas ruinas. Ella no había abandonado la comodidad y el calor de su coche. Esperaba a que el trabajo estuviera terminado, la vuelta de Frank, pagarle y volver al hogar, a la tranquilidad de su familia. Dejaba resuelto el problema. Se acabó para siempre la desazón y la desgracia, el dolor y la desesperanza en casa de sus padres. Resuelto así el odio acumulado durante años. Su hermano Teo, muerto, por fin. El dinero era lo de menos, su posición se lo permitía. Hoy terminaría una vida desdichada y daría comienzo una nueva existencia para sus padres y para ella. Libres al fin de tanta tragedia sostenida. La policía les notificaría la noticia, llorarían un par de semanas, pero tras ese duelo, tomarían conciencia de la tranquilidad que iba a suponer vivir sin esa agonía permanente, sin ese hijo desgraciado.
Frank se acercó al coche de la mujer. La miró tras los cristales oscuros de sus gafas y sin mediar palabra, ella le entregó el sobre. El hombre, que aún conservaba la braga que le cubría nariz y boca, lo abrió y comprobó que era lo acordado. Le entregó a Ester una pulsera de plata que había arrancado de la muñeca de Teo, se dio la vuelta y desapareció entre la niebla.
Ester subió el cristal de su ventanilla, respiró profundamente, cerró los ojos y se pasó las manos por las sienes. Por un momento pensó en acercarse hasta la granja abandonada, comprobar que su hermano estaba muerto, pero enseguida volvió a la cordura y desechó la idea. Tenía su pulsera. Ella misma se la había regalado por su cumpleaños. La guardó en el bolso. Dio la vuelta a la llave, metió la primera y abandonó el aparcamiento. El sol se abría camino entre los restos de la niebla.

Cuando llevaba recorridos unos cuantos metros, frente a ella, se dibujó una figura alta y desgarbada, cubierta con un raído abrigo que iba arrastrando los pies. Otro colgado, otro drogata, otro deshecho. Se miraron y frenó en seco. Los profundos ojos azules de su hermano se habían clavado en los suyos. Como movida por un resorte metió la marcha atrás y dio la vuelta. Aceleró al máximo y, movida por la ira y la furia, se abalanzó sobre la espalda de aquel ser, impactando con toda la potencia de su automóvil. Pasó varias veces sobre el cuerpo inerte. Salió de su coche, pateó lo que ya era el cadáver de Teo y un bramido de rabia y horror cruzó el aire. 

Si hubiera hecho esto que pasaba por su cabeza en aquel momento, hubiera encontrado su ruina y la de su familia. Sin embargo, se mantuvo serena, mirando por el espejo retrovisor como su hermano se alejaba hacia la casa, a la búsqueda de su efímero placer y su declive.

Inició la marcha hacia la carretera nacional, su cerebro aún roído por todo lo que había vivido aquella mañana y al llegar al stop, se lo saltó sin respetar la señal. Un camión, sin poderlo evitar, se empotró en el lateral derecho de su coche y la arrastró hasta topar con el muro de unas obras. Su cuerpo quedó tronchado, sus fragmentos orgánicos incorporados a la chatarra en la que quedó convertido el vehículo tras el impacto. Nada se pudo hacer por ella. Una ruina. 

martes, 7 de febrero de 2017

El bacalao es un pez

Se cuenta que en fecha y hora variables, sucede un hecho fantástico e inexplicable a las mismas puertas de la iglesia do Cristo, sita en el parque del mismo nombre, a las afueras de la localidad de Elvas, en Portugal. Hace tiempo algunos estudiosos de fenómenos paranormales dedicaron tiempo y esfuerzo en intentar dilucidar qué era lo que producía semejante fenómeno, pero desistieron por lo difícil de la investigación. A día de hoy se considera que forma parte de esas leyendas populares imposibles de constatar como ciertas.
Teresa y Dolores son dos entrañables y viejas amigas que vienen cultivando su inquebrantable amistad a base de recorrer mundo, entre otras cosas. Durante esas fechas se olvidan de compromisos familiares y demás grilletes que la sociedad impone y se dedican a recorrer lugares con lo que habían soñado cuando no tenían dinero para viajar.
Salvo entre las personas que nunca han tenido contacto con el nuevo testamento, con el catecismo o con diversas formas de adoctrinamiento cristiano, es muy famoso el milagro de la multiplicación de los panes y los peces que cuenta cada uno de los cuatro evangelistas en el nuevo testamento. Al parecer Jesús, con unos pocos panes y peces consigue dar de comer a miles de personas.
En todo Portugal existen celebres canteras de mármol de diversos colores que colocan al país como tercer exportador de esta material constructivo. Además, como no podía ser de otra manera, se dan excelentes canteros y artistas de esta roca tan hermosa, que a base de martillo y cincel consiguen dotar de una belleza y un naturalismo que diríase que la vida late bajo su piel de roca esculpida.
Ellas viajan muy a menudo a Portugal, entre otras cosas porque les queda muy cerca de su lugar de residencia y porque les apasiona el arte, el paisaje, la gastronomía y el contacto con sus gentes, amables y tranquilas. En especial, admiran y degustan con deleite el centenar de formas que los portugueses guisan el bacalao, famosas en todo el mundo. Un lugar donde saben que no van a ser defraudadas es el restaurante O Cristo que está, precisamente, en el parque del mismo nombre en las afueras de Elvas. Y allí toman bacalau dourada, la especialidad de la casa.
En el parque, frente a la iglesia, hay una fuente. Está compuesta por un pilón en forma de cilindro, en el que se inserta un prisma cuadrangular. En cada una de sus cuatro caras hay, como complemento decorativo y que a su vez sirve como surtidor, un pez, retorcido sobre sí mismo, formando una e. De sus bocas, que sobresalen del muro, brota una parábola de agua a través de un tubo metálico. Remata el conjunto una pirámide de base cuadrada, en cuyo vértice se inserta una farola de cuatro brazos con un pequeño farol en cada uno de ellos. Excepto estos elementos, todo el conjunto está construido con mármol blanco de la zona de Estremoz.
Según consta en antiguos documentos eclesiásticos, allá por el siglo once existió en la zona de Elvas una hermandad que fue declarada herética y demonizada por la curia católica. Varios de los más significativos miembros de la Comunidad de los Peces, que así se hacía llamar, fueron juzgados y sometidos a las más crueles torturas. El más importante de ellos, su líder y santo para esta comunidad, Joao Spiritu, fue quemado vivo en la hoguera. Es de destacar que la mayoría de los miembros de ese grupo eran trabajadores y artesanos de las canteras de mármol. Y su símbolo identificativo era el pez, con el que señalaban las piedras que trabajaban o decoraban los edificios donde trabajaban o sus propias viviendas.
El milagro de la multiplicación de los panes y los peces, viene a ser la metáfora del disfrute solidario de los bienes básicos para la vida, cuando la fe de un pueblo se moviliza a la búsqueda del bienestar, la igualdad, la solidaridad y la justicia colectiva en el reparto de la riqueza. Algo que nunca le ha gustado al poder establecido.
La pareja de mujeres salieron del restaurante cuando ya la noche primaveral, fresca y sin luna, se había adueñado del parque. Habían cenado una deliciosa ración de bacalao, regado con un exquisito vinho verde y decidieron dar un paseo antes de regresar al hotel. Se aproximaron a la fuente y antes de que intentaran siquiera acercar sus manos al agua que mana de los peces de mármol, unas pequeñas llamas parpadeantes de color azul comenzaron a brotar de la superficie ondulada del agua, como si esta se hubiera transmutado en alcohol y alguien o algo le prendiera fuego. En poco tiempo se extendieron y aumentaron su tamaño. De las bocas de los peces manaba un chorro de llamaradas azuladas, combustible que iba a añadirse al ardiente conjunto. Las mujeres reaccionaron con un tremendo sobresalto, retrocedieron varios metros y se alejaron de la fuente, convertida ahora en una hoguera vibrante, que curiosamente no despedía ni calor ni humo. En unos minutos, el fenómeno fue bajando en intensidad y al poco, el extraño incendio se apagó y la fuente de agua fresca y transparente volvió a su normalidad. En el aire quedó un aroma a azúcar tostado, como cuando se hacen flanes. 
La leyenda dice que esa fragancia es la del alma de Joao Spiritu.
Cuando las mujeres, alarmadas y confusas por lo que habían visto, fueron a denunciarlo al puesto de la guardia nacional, el agente las miró con ternura y les dijo:
- Ás vezes acontece.


(Todos habremos podido ver alguna vez, sobre todo en los coches, la utilización como adorno de un pez. Este pez es un símbolo cristiano que suelen utilizar los evangélicos.

El símbolo más conocido del cristianismo es sin duda la cruz, de la cual existen una gran variedad de formas. Sin embargo existen también otro tipo de símbolos cristianos como el símbolo del pez o "Ichthys" (del griego Ichthys) la cual se dice proviene del acrónimo I (Iesous), Ch (Christos), Th (Theou), Y (Hyos, la "h" el signo diacrítico en griego), S (Soter), o "Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Salvador", el que fue utilizado por los Cristianos primitivos.

Al parecer el símbolo del pez tiene su origen durante los primeros siglos de la era cristiana, en los que los cristianos eran perseguidos y se veían forzados a reunirse en secreto. Frecuentemente los creyentes dibujaban el símbolo de un pez en la arena para identificarse con otros cristianos.

Hoy día el pez es utilizado como símbolo entre los cristianos evangélicos como adorno o simplemente para identificarse entre ellos.)