martes, 10 de julio de 2018

La calamidad


Andrés, en zapatillas y con la bata a cuadros de andar por casa, no tenía ni idea de que hacía a las tres de la madrugada en esa calle tan heladora, tan solitaria, tan invernal, tan –en suma– propiamente como el calamitoso estado de su conciencia. O quizá sí. Estaba cerca de la comisaría y al darse cuenta comenzó a recuperar la relación con la realidad más inmediata, tan turbadora.
Acababa de matar a su mejor amigo, su amante, su marido y la desolación que sentía por haber cometido ese terrible homicidio, sin ayuda de nadie, con la fuerza de sus manos, en su propia casa, le había sumido en una realidad que no era capaz de entender.
Dichosas emociones, pensó. Si no fuera por ellas, ahora mismo estaría tan feliz por haber quitado de en medio a semejante ejemplar humano, traidor e infiel.
Sin embargo, la memoria le estaba enviando un revoltijo de recuerdos de todos los emocionantes momentos vividos juntos, en la infancia, el instituto, el servicio militar, las bodas de oro en la misma empresa, su simultánea salida del armario, la boda, el apartamento asistido, en fin, todos esos episodios relevantes de la vida, los que cambian a las personas o las hacen más idiotas. Más infelices.
Perderlo todo. Iba a perderlo todo. Le caerían como mínimo treinta años de presidio mayor. Aunque a su edad, cercana a los ochenta, es posible que las condenas ya no fueran tan severas y hasta puede que se librara de la cárcel. Pero ahora no, ahora que había conocido a Matilde, esa joven cubana tan hermosa y dispuesta, tan activa y feliz por tenerlo como papaíto novio, ahora no quería perder la última oportunidad de ser feliz en este ingrato mundo.
Desde que Matilde se incorporó al servicio de su casa para atender a la pareja de viejos, las cosas habían cambiado y aún no entendía cómo era posible que su cuerpo rechazara al amor de su vida y, así, de repente, a los ochenta años, hubiera vuelto su primitivo ser heterosexual, para atormentarle en los últimos años de su existencia. Un desarreglo hormonal tuvo que ser, pero ¿qué clase de hormonas tiene un hombre a esas edades? Inexplicable.
No pudo soportar ver a su marido en la cama y ella encima de él, mordiéndole los labios con esa pasión caribeña de la que pensaba disfrutar sus últimos años. No. Esto era superior a sus fuerzas. No podía ser que Juanjo también sufriera del mismo mal y además con la misma mujer y en el mismo momento. No pudo soportarlo y por su cerebro se cruzó el rayo de la ira y perdió la conciencia de lo que estaba haciendo. Se abalanzó sobre el arrugado cuello de su pareja, apretó, apretó, mientras Juanjo, con la cara amoratada, y los ojos fuera de las órbitas, no movía ni un solo dedo.
¡Acabo de matarlo! –sollozó, mirando a Matilde. Y tal y como estaba, salió a la calle, sin atender a nada ni a nadie, fuera de sí, dejando la puerta abierta y a la mujer morena de curvas negras, llamándole a gritos por su nombre.
        Por Dios, Miguelito, amor, ¿dónde vas? Espera, mi cielo. Juanjo estaba muerto, intentaba reanimarle. Pero, ¡qué te pasa mi rey!
Pero Andrés no escuchó su imperiosa llamada, no llevaba puesto el aparato del único oído que le quedaba sano.


La iglesia de C.


Sofía se acerca a la puerta de la iglesia. Está cerrada. Sobre la madera agrietada por los siglos, hay pegado un folio con cinta adhesiva negra, escrito a mano. Lee con detenimiento y cierto fastidio.
– Lo de siempre, horario mínimo y encima hay que llamar a la Sra. Gene –a saber cuál es su nombre– esperar a que venga y nos cuente las cuatro milongas que sabe. De verdad, esto no es serio, en un país que se supone está a la cabeza del turismo mundial. Cuidarán las playas, claro, pero lo que es para ver el interior de esta joya del románico soriano, ni dios aparece. Un poco de profesionalidad, por favor.
– Vale Sofía, tranquila, no es la primera vez que nos pasa esto. Nunca se sabe, porque hay guías en estos pueblos, que además de saberse la historia al dedillo y de corrido, lo atractivo es como la cuentan.
– Sí, es verdad y también que lo que te cuentan es su vida…
–…que a veces es más interesante que la del que talló el cristo del siglo XII que está en el altar mayor.
– Bueno, vale, ya llamo yo. Reme guapa, tú no te molestes.
– Ay, hija, hay que ver cómo te pones.
– Es que me saca de quicio tanta desidia.
Saca el móvil del bolso y marca el número que aparece en el papel, apenas visible el trazo de bolígrafo azul, descolorido por su exposición a la intemperie.
– Oiga! ¿Señora Gene? Una turista que quiere ver la iglesia por dentro. Me llamo Sofía. ¿Es posible? Si. Si. ¿Que vendrá su nieta? Ah, usted no se encuentra bien. Si, claro. Si, no se preocupe. Si, claro, aquí esperamos. Si. Muchas gracias. Y que se mejore. Adiós.
–Jope, lo que faltaba, la señora Gene tiene diarrea y no puede venir. Nos manda a su nieta Yoli, que se lo sabe muy bien, dice. Lo que te digo, Reme, esto solo pasa en este país. Mira, en Francia hay…
– Vale, déjalo ya. Esperamos, vemos la iglesita en cuestión, porque si no tú revientas, le damos cinco euros a la nieta, compramos unos dulces en la panadería y chispún, a otra cosa. Pero no vayas a estar todo el día con el cabreo puesto, que luego te despeinas y te afeas. Son las doce de la mañana, día precioso, provincia de Soria, el cielo más limpio del mundo, huele a primavera y estamos de vacaciones, así que disfruta, querida.
Al cabo de diez minutos, calle abajo, aparece la silueta de una joven, que se acerca parsimoniosamente a la iglesia. Las dos mujeres esperan sentadas a ambos lados de la portada, en sus jambas escalonadas, bajo las cuatro arquivoltas de medio punto baquetonadas y con sobresaliente diente de sierra la exterior. Una chambrana de puntas de diamante cierra la arquería. Y culmina su decoración, columnas acodilladas con capiteles profusamente decorados con elementos vegetales.
Sofía ha pasado esos diez minutos absorta en la contemplación del singular tímpano, abierto en arco geminado de medio punto y capitel pinjante que luce en su clave un tosco relieve con la imagen del santo titular.
Mientras, Reme, absorbida por la pantalla de su móvil, no es consciente del ensimismamiento estético de su amiga.
– Reme, espabila, que ya está aquí la nieta. Valiente pachorra que trae la niña. 
– Vale Sofía, pon tu cara más simpática.
– Buenos días, señoras. Me llamo María Yolanda Estrada de la Fuente, pero me dicen la Yoli, soy la nieta de la señora Gene, la guía oficial de la Iglesia de San Miguel Arcángel del pueblo de C., provincia de S., en la Comunidad Autónoma de CyL. España. Y vengo yo porque mi abuela está de diarrea por el agua del pozo que tiene bichos raros de los que se meten por el culo y no te dejan en paz y eso que el ayuntamiento nos está dando gratis botellas de agua de las de la tele pero dice mi abuela que esa agua es un dispendio para el erario público y esas cosas raras que dice mi abuela que ella habla ansi y es que ustedes tenéis que conocerla porque es la ostia mi abuela con todo lo que sabe y lo bien que se ma portao toda la vida desde cuando su hija o sea mi madre que no conozco porque me abandonó al poco de nacer y se fue con el tío Eme el de la panadería y ahora vete a sabor donde dios están los dos cabrones. Bueno vamos a lo nuestro que es lo que ustedes quieren ver la iglesia por dentro que supongo que por fuera ya la han mirao bastante, que tiempo si que han tenido porque cuando mandicho mi abuela que aquí había dos tías turistas encantadas de ir diciendo aluego que la iglesia de este pueblo es la más bonita de toa Soria y pocas como ella ¿has visto ustedes que cacho llave tiene la hija puta de la puerta?, dios si pesa dos kilos por lo menos que yo es que vengo derrotá con el calor y el peso de la llave, bueno he tardao un poco porque estaba en bata y yo no salgo de casa si no es con mis vaqueros ajustaos, mi camiseta de los gipsiquin y la raya en el ojo y los labios como una fresa mira tú que es como le gusta a mi Miguel Ángel que es como se llama mi novio y la iglesia esta, bueno la iglesia es Ar-co-an-gel, pero a los niños le han quitado el arco del nombre pa que suene mejor, que a todos los varones de este pueblo les ponen igual, como el santo ese de piedra que está en el medio de la puerta, ya un poco chuchurrio el pobre de todo lo que ha llovido y las heladas de este pueblo que son de toma pan y moja, que hasta los mocos te se congelan.
Bueno como yo no tengo la memoria que tiene mi abuela que a saber a quién coños he salido yo que digo yo que a mi padre el que sea y a la ceporra de mi madre que a saber dónde dios anda la cabrona, pues he cogido del cajón de la cómoda del saloncito esta funda de plástico con los apuntes de lo que cuenta mi abuela de este edificio de sillares y monumental templo del medio rural soriano, anda si esto sí que me lo sé, bueno la verdad es que no sé lo que significa y me ha salido así de corrido, me pone contenta oye, a lo mejor no soy tan burra, pero ¡qué coño!, si me he traído el testamento de mi abuela que lo tiene en el mismo cajón, anda carajo y ahora no sus voy a leer a ustedes el testamento, ella me dice que cuando se muera lo tiene que leer el juez y decidir, a mí me da igual porque como estoy sola y me quedo con todo diga lo que diga el testamento o eso es lo que dice mi Miguel.
Bueno a lo que íbamos, yo les cuento de lo que me acuerdo y a mi manera y si tienen algo que preguntar pues nos vamos después a ver a mi abuela y siguen hablando allí si quieren que no se van arrepentir se lo digo yo que mi abuela ha estudiado en Salamanca…
– Perdona Yoli cariño, pero, ¿no te has traído el papel? –dice Sofía con cara de astronauta perdida en el fondo de la galaxia.
No, pero qué más da, casi me lo sé, a cachos y cosas sueltas pero entre lo que saben ustedes las dos y lo que se yo completamos una visita que te cagas, con perdón, ya veréis ustedes.
Bueno pues a lo que íbamos, que esta iglesia es la parroquia de este pueblo que cuenta con 65 habitantes en invierno que en verano viene más gente de las que están en Madrid o Bilbao o Barcelona tan incluso. Se pasa bien aquí en verano y tenemos otras fiestas hechas para esta gente del exterior. Antes de estar con el Miguel yo me lié con uno de Madrid que decía que no había visto unas tetas igual que las mías, toma ya el cerdo.
A lo que íbamos, perteneció a la Dióscesis de Sigüenza y a la Comunidad de Villa y Tierra de Berlanga y fue declarada BIC, como el bolígrafo aquel de la punta fina y tal que dice mi abuela que me hace aprender las cosas relacionadas con otras que asin se quedan mejor, pues declarada como digo el 6 de junio de 1981, justo el mismo día y el mismo año que nació mi madre que tiene la hija puta 36 años ahora y va a cumplir 37 el seis de junio si dios quiere mira a mí eso de las mates no se me daba nada mal en el cole, a lo mejor resulta que voy a ser espabilada y todo.
Se trata de una construcción fechada en el románico tardío, pero creo que esto no está muy claro porque los romanos no hacían iglesias para los cristianos que a todos les metían en el circo para que se lo comieran lo leones y no les gustaba nada que hicieran la primera comunión y esas cosas, en las primeras décadas del siglo XIII, o sea que por las mates que se debió de ser diez años que ya está bien para hacer este cacho iglesia que no es tan grande, pero bueno, sigamos por ello veremos en esta construcción claros elementos goticistas, que no se esta palabra de donde viene…
– Del gótico Yoli, del gótico, –interviene Sofía.
Pues de eso también va una amiga mía de Berlanga, de gótica y viste que da pena verla todo de negro y se pinta los labios de morao la tía ya se las trae, pero debe ser la moda en Alemania o asi, porque allí también hay mucho de ese gótico como dice aquí la señora mayor.
Bueno a lo que vamos la entrada principal, orientada al sur y flanqueada por la torre, se adelanta en el cuerpo más próximo al observador de los tres que componen el perfil de esta fachada. Yo esto que acabo de decir no tengo ni idea de donde está pero si mi abuela me viera lo bien que me está saliendo todo de corrio, con perdón que esta es una palabra fea y ya se sabe cómo estamos entre mujeres pues hay más confianza. Ahora que hablamos de eso a que ¿no sabéis donde perdí la virginidad la primera vez? eh? pues como yo tengo la llave de la iglesia mi novio y yo entramos en la sacristía, y allí mismo en el suelo, que acabé con el culo helado, luego les enseño el sitio exacto…porque en esta iglesia han pasado muchas cosas de estas que yo se me y del señor cura de antes y bueno…
– Perdona Yoli –interviene Reme antes de que la cosa vaya a mayores– ¿no podríamos ir a conocer a tu abuela y que ella nos siguiera contando más cosas? Eh, Sofía, ¿qué te parece?  –le dice a su amiga guiñándole un ojo.
Yo por mi superencantada, continua Yoli- y les puedo seguir leyendo el papel de los apuntes y así no me equivoco y me voy por los cerros de Soria, como digo yo. Hace mi abuela unos mantecaos y unas perrunillas que te cagas, con perdón, bueno eso solo es por el agua, es un decir de lo buenas que están y además estoy un poco cansada y me tengo que cambiar ya sabéis cosas de mujeres y…
– Vale Yoli, –interviene Sofía–pues cierra la puta puerta y si quieres yo llevo la llave.
Ah bien pues de camino les cuento de donde viene el nombre del pueblo y una historia de una santa con barba que hay en el altar mayor que todo eso nos lo hemos saltado bueno aunque ustedes me has dejado sola hablando y han andao por ahí cotilleándolo todo sin enterarse de lo que yo contaba que es siempre la verdad de la historia y de la vida esta…
Reme le da un billete de diez euros
– Toma Yoli, te los has ganado.

Memoria, me moría.



(Bailar bien es un arte muy difícil. Hay personas que nacen para ello. Llevan en su cerebro impresa la capacidad de mover su cuerpo al son de cualquier ritmo, por intrincado que este sea. Aprenden con una facilidad pasmosa todo tipo de pasos y movimientos que se les enseñen y, además, son capaces de crear sus propias coreografías en cuanto tienen la más mínima oportunidad de ejercer su creatividad con cuerpo y música. La danza está en su esencia. Son danza. Y todo ello desde muy pequeños. Se podría decir que aprenden a bailar antes que a andar)
María Jesús, con menos de tres años, ya era capaz de formar a su alrededor un corro de personas enamoradas de su cuerpecito en movimiento. La gracia, el salero, la soltura, el ingenio, la chispa, la simpatía de aquella niña de ojos como negras aceitunas, brillantes y sonrientes siempre, eran reclamo seguros para que los vecinos de la calle se arremolinaran a su alrededor y jalearan sus vueltas, cabriolas y zapateos con las melodías de la radio.
¿De dónde había sacado tanto arte esa niñita, moviendo su escarolada melena al compás de las palmas de todos y la guitarra del señor Pepe, el que arreglaba las radios? Si la radio no funcionaba, él ponía la música. Así de sencillo. Sus padres la miraban y se derretían embelesados por la belleza que habían tenido la suerte de traer a este mundo.
Marichús, como así la llamábamos todos, solía gustar de que otros niños bailaran con ella o, en su defecto, cualquier adulto. No todos estaban dispuestos, por vergüenza o por ineptitud, a hacer de pareja y estropear el espectáculo. Pero ella, agitando sus blancos deditos, como una experta bailaora flamenca, invitaba a cualquiera.  
Entonces, mi madre me empujaba y yo, como un tonto de cuatro años, me quedaba pasmado en medio del corro, embobado por la sonrisa de aquella muñeca bailarina, mi amiga Chus, que me enredaba con sus movimientos y me hacía girar como una peonza, tieso, marioneta sosa y sin gracia alguna. Estaba claro, yo no había nacido para el baile, pero como los vecinos decían que ella era mi novia, no me quedaba más remedio que bailar con ella, mi novia de tres años, mi primera chica. “Abetito, ven a balá”, me jaleaba con su lengua de trapo.
Ella buscaba con ansia el frío de la barra plata de la cabecera de su cama niquelada. Aferrado con mis dos manos a los barrotes fríos de los pies, la contemplaba con la sensación de que estaba viviendo una pesadilla, un mal sueño, del que ni mi madre, que intentaba tranquilizarme con las manos sobre mis hombros, iba a liberarme.
Mari Chus insistía en querer acercar sus agrietados labios blancos y su lengua reseca, a la superficie metálica, y así poder aplacar el fuego que le brotaba del fondo de su garganta herida. Ese ardor que ni su madre podía paliar con agua, prohibida por el cirujano que le había extirpado las anginas y de paso, con el mismo tajo brutal, también su pequeña vida.
Marichús, se estaba muriendo, pero yo entonces no sabía que era eso, solo pensaba que mi novia bailarina y yo, su soldadito de plomo, saldríamos algún día a un escenario para que todos los vecinos del barrio nos aplaudieran y nos tiraran flores desde el patio de butacas. Las que llevábamos los niños del barrio tras su pequeño féretro blanco.
El recuerdo del frío de aquella cama es el helado recuerdo de su muerte. De su temprana y absurda muerte. Dos adjetivos de los muchos que puede admitir la palabra que designa esta otra parte de la vida. Muerte justa, injusta, deseada, accidental, desgraciada, cómica,… muerte mala, muerte muerta, esa que nunca debió ocurrir.
Aún hoy, mi memoria desmemoriada, que todo lo trastoca y acomoda, que todo lo convierte en una historia, un cuento, un relato, una memez cualquiera, me deja muerto, con la exactitud de aquella helada sensación en mis manos, frente el brillo febril de los ojos de mi novia bailarina que me llamaban: “Abetito, ven a baila” y yo sin poder hacer nada, inmóvil como un pelele.
Quizá por ello nunca he aprendido a bailar, ni bien ni mal. No se bailar. No podría. Se me murió la pareja de baile. 

Los jesuitas


En mi barrio había un establecimiento comercial que alumbraba la calle con un anuncio en la esquina del local que decía: Pastelería Roncero.
Los Roncero era una familia muy conocida en el vecindario. Llevaban muchos años instalados en la calle más ancha del barrio. Comenzaron con una pequeña panadería a la que todos íbamos a comprar el pan.
Fueron añadiendo productos de bollería, fabricados en otros obradores de la ciudad, pero con el tiempo, decidieron hacer sus propios jesuitas*, raquetas y bambas. Así, el negocio crecía y veía aumentados sus beneficios haciéndose con la clientela más fiel, también en el sector de la pastelería.
*Jesuitas:
1.- (La Compañía de Jesús (Societas Jesu, S. J.), cuyos miembros son comúnmente conocidos como jesuitas, es una orden religiosa de la Iglesia católica fundada en 1534 por Ignacio de Loyola, junto con Francisco Javier, Pedro Fabro, Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla, Simão Rodrigues, Juan Coduri, Pascasio Broët y Claudio Jayo en la ciudad de Roma. Fue aprobada por el papa Paulo III en 1540.
2.-Un jesuita es una galletita de hojaldre azucarada de forma rectangular, pequeña, de no más de 10 cm, gratinada con queso, en el mayor de los casos, de barra y algunos casos jamón. Se lo encuentra en el Norte Argentino, pero se popularizó mucho en las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, La Rioja, San Juan, entre otras.
3.-Los aspirantes de MasterChef viajaron a Salamanca para trabajar en obradores y cocinar elaboraciones típicas de esta provincia, como la de jesuitas rellenos de crema.
4.-Es un tipo de milhojas pero de una sola capa de hojaldre, relleno de crema pastelera y con un glaseado blanco por encima que hace que sean una delicia.
5.- En sentido figurado: Hipócrita, taimado)
Por aquel entonces yo estaba estudiando sexto de bachillerato y tenía a Doña Ana como profesora de Lengua y Literatura Española. Señora guapísima de la que un servidor estuvo perdidamente enamorado. Tanto, que su asignatura era mi favorita y hacía trabajos que no nos mandaba, con tal de acercarme a su mesa y olfatear su perfume.
Una de mis ocupaciones favoritas –que ella recomendaba– era buscar y recoger en diccionarios de la biblioteca, los distintos significados de las palabras que tan dulcemente pronunciaba, poniendo aquella boca de aquella manera para la u, que era un deleite y así andaba yo todo el tiempo, prendido y distraído con aquella boquita.
Puestas así las cosas con las palabras y sus significados, deduje que la familia Roncero, aquel gigantesco padre y los cuatro hijos y dos hijas que tenía, se dedicaban a fabricar –figuradamente– pastelillos hipócritas y taimados.
Verla reír mientras leía en voz alta – ¡ay esa u! – la conclusión de mi búsqueda, fue tan desolador, que decidí no volver a hacer ningún trabajo. Hubiera terminado los relacionados con raquetas y bambas, pero si se iba a reír igual, para qué. Dejé de quererla para siempre jamás. Una pena, de la que tardé un par de semanas en recuperarme. Al cabo de dos domingos, en uno de aquellos guateques organizados, en alguna de las casas abandonadas del barrio, me empezó a gustar la Modes, la hija pequeña del Sr Roncero, el pastelero. Y se lo dije. No me lo esperaba, pero me aceptó como novio.
Al terminar el baile, antes de que dieran las diez, la llevé a su casa sin soltarle la mano. No sé si sería por el azúcar que llevaba adherido a su piel, pero se me quedó pegajosa y dulce. Me fui chupando los dedos hasta mi casa. Al llegar, lo primero que hice, fue buscar la palabra roncero en un diccionario gordísimo que atesoraba mi padre, junto a un viejo laúd sin cuerdas que nadie tocaba.
Encontré roncero, que rimaba con sincero, placentero, cancionero, etc. y ante mi asombro el libraco aquel decía:
1. Tardo y perezoso en ejecutar lo que se manda. 
2. adj. Regañón y malhumorado. 
3. adj. Que usa roncerías para conseguir un intento. 
4. adj. Mar. Dicho de una embarcación: tarda y perezosa en el movimiento.
Y al buscar roncería, salió: Tardanza o lentitud en hacer lo que se manda, mostrando poca gana de ejecutarlo. 
Coloq.:Expresión de halago o cariño, con palabras o acciones, para conseguir un fin. (para conocer el final, pasar el ratón)
Mar. Movimiento tardo y perezoso de la embarcación.
Total, que al día siguiente, le dije a la Modesta, que ya no me gustaba.
El malsano origen de todo estaba en mi elevado amor por las palabras, ese que me había inculcado mi amada profesora Doña Ana, la de la boquita de u.
¡Maldita sea!

Otra vez el de los canalones.


El invierno ha sido terrible, de coj... Ha nevado como no lo había hecho en décadas. Ha llovido a mares por encima de nuestros tejados, como suele suceder a menudo, y durante días y días y miércoles y sábados y todos los demás días de la semana, los elementos más adversos del clima –desde la lluvia más pertinaz, al granizo más severo, pasando por las heladas y los vientos más polares–, se han enseñoreado en este punto geográfico y se han reído de todos los medios que pusimos a nuestro alcance para mantener impermeables los tejados y secas las paredes de nuestras casas.
Durante demasiado tiempo ha hecho de todo eso y nuestras queridas casotas de muñecas, que pagamos con el esfuerzo de nuestras vidas, construidas en tiempo récor y con materiales de chichinabo, hechas exclusivamente para satisfacer nuestro ego y esas inexistentes necesidades que nos creamos; nuestras queridas casotas de muñecas, elementos básicos e imprescindibles para creernos que hemos triunfado en la vida y tener a nuestra disposición dos tipos de clima que nos haga estar más fresquitos en verano y más calentitos en invierno, digo, digo, todo eso que no es más que una inoportuna dependencia económica, energética y temporal, se ha jod... No mucho, esa es la verdad, pero ha sufrido algunos daños que hay que reparar.
Para hacerlo más fácil y más cómodo, tenemos a nuestra disposición, previo desembolso de una módica cantidad, un seguro que segurísimo, nos asegura que seguramente estaremos más seguros y nuestros preciados bienes también, a salvo de ladrones, incendios, tormentas tropicales y ratas de alcantarilla que roben nuestros alimentos y nuestra tranquilidad.
Tranquilos todos, tenemos seguro.
Y como la nieve de este espectacular año –qué fotos más bonitas con la nieve cubriendo los tejados y rompiendo los canalones y arrastrando las tejas hasta la calle y dejando la huella de su callada labor de elemento que hace lo que tiene que hacer y se deja en paz de chorradas con estos tipos dueños y dueñas de estas casas de chichinabo, que invaden este espacio y quieren mantenerse a salvo de todas la inclemencias.
Tranquilos todos, tenemos seguro, ¿estamos seguros?
Así que con el número de teléfono que el seguro pone a tu disposición, que para eso eres el cliente más importante de la compañía, está asegurada la cobertura de todos tus bienes y de todos los tejados y de todos los canalones que conducen el agua y demás infecciones que llegan a tu tejado y las trasladan a lugar seguro, para que no te afecte su mal desempeño, su pésimo uso, su infernal construcción, su nefasta colocación, el nulo mantenimiento, muchos etc. Y más cosas.
Y llamo, claro que llamo, que para eso soy un cliente plata, a punto de ser oro, si a lo largo de quince años no doy ningún parte a la compañía y me porto bien. Buen ciudadano, buen chico, eres muy legal.
Oh, sí, claro que si, en la evaluación del trato con la operadora puse un diez, si pones menos te penalizan y te suben la cuota y, lo peor de todo, algo que ya le ha pasado a un amigo mío, te pueden enviar una cuadrilla de revienta puertas que te la joden, te llevan todo lo que tengas en casa, sea de valor o no y después llamas al seguro. Y verás lo que te dicen, jajaja. ¿A que no pusiste la puerta blindada que te decían en la letra pequeña del contrato que nunca leíste? Jajaja, pues te jod… y además te echamos del seguro, porque tenemos pruebas de que esos que te robaron eran compinches tuyos o de tu cuñado y ahora queréis hacer un uso fraudulento de una póliza, que a todas luces es una bicoca.
– ¿Es el de los canalones? Sí señor, dígame. Si, pues mire blablablá. No se preocupe que en una semana estaremos allí. Oh, muchas gracias, muy amable y mientras ¿qué hago yo con todo el agua que me está cayendo en el dormitorio, entrando libremente por la ventana? Bien, pues vuelva a llamar a siniestros y puede que le den siniestro total o algo similar, jajaja. Hasta luego, señor.
Ya han pasado tres semanas y los canalones no están reparados, no, porque los primeros que han venido han sido los operarios que se llevan el viejo material y dentro de dos semanas estará aquí el nuevo, o puede que más, porque estos canalones que son una mierda, van a ser sustituidos por unos canalones fabricados en Alemania y se le van a garantizar de por vida, vamos que usted no va a volver a tener problemas. Bueno, y mientras, ¿qué hago yo sin canalones? No sé, pruebe a poner unos cubos de plástico en los lugares donde habitualmente cae el agua. Ah, ya. Un diez en la tecla de evaluación.
Bien, pues sí, era verdad, al cabo de unos tres meses vinieron los canalones de Alemania, en un enorme camión de seis ejes que no cabía por la calle donde está mi casa y los dejaron en el aparcamiento de la estación, a unos trescientos metros, desde el cual fueron transportados por un servicio que tuve que pagar porque eso no lo cubría el seguro. No pude hacerlo en mi coche, porque el seguro no me aseguraba los daños personales que dicho transporte me pudiera ocasionar.
Tengo los canalones colocados, como railes, a la puerta de mi casa, en filas de a dos. Están esperando desde hace tres meses a que venga el operario alemán, especialista en colocar dichos elementos, ya que en España no hay ninguno que sea capaz de hacerlo. Ya han enviado a media docena de españoles de varias nacionalidades españolas, a formarse en la fábrica germana, pero tardarán seis semanas en completar el curso de formación. Así que llegado el genuino operario alemán, nadie era capaz de entenderle y tuve que pagar a un intérprete, porque eso no lo cubría el seguro. No importa, ya llevo gastados tres mil quinientos euros en esta avería, pero estoy contento, porque mi seguro siempre me está respondiendo y yo siempre marco el diez en la evaluación del trato, porque estoy a punto de llegar a la póliza oro, que debe de ser el no va más. Ya iré contando.
Y mientras, miro asombrado los recién colocados canalones alemanes, en su sitio correspondiente y dando el servicio para el que fueron diseñados, pero en la casa equivocada, o sea en la de mi vecino Paco, que no tiene seguro, pero que disfruta del error de un servidor al haber escrito en mi póliza el número seis en vez del nueve que es el suyo. ¿Seguro que yo dije ese número? No sé, dudo de mí mismo tantas veces, que hasta mi mujer duda de mis dudas.
Eso sí, le he dicho a Paco que marque un diez en la evaluación del trato y reparación eficaz, a ver si me hacen cliente oro y en el próximo parte de siniestro, me premian con una papeleta para el sorteo de una caja de herramientas para arreglar canalones. Solo si el último número coincide con de la lotería alemana de navidad.
Estoy contento. Pero ¿qué hago ahora sin canalones con la que está cayendo? Me iré a casa de Paco.  Allí, como él no tiene seguro, estaré seguro.


A 30 de mayo de 2018, dos días antes de mi cumpleaños, el 64, es decir, que comienzo a vivir mi año 65 en este mundo tan seguro. ¿Seguro?

Romance de la sinestesia (pasa el ratón)


Romance de la sinestesia

Unidos en sinestesia,
dos o más sentidos dos,
por los versos del romance,
se enredan sin sufrir rubor.
Son ejemplos algo sosos
que consiguió buen señor
y los leerá en esta hora
con más o menos pasión.
Comencemos el festejo
sin violín y sin tambor,
pues el público se cansa
y esto da tremendo dolor.



Era triste como el viento,
un domingo se amargó,
frío aroma de su cuerpo,
mirada de febril calor.
Áspero carácter, hermano,
tus miedos desprenden olor,
además gélido silencio.




Soneto al oxímoron (pasa el ratón)


Odioso amor a tu boca profeso,
cárcel de labios donde me libero,
jugoso fuego para arder entero,
mar desierto donde navegan besos.

Doloroso placer, tal embeleso,
loca razón, la que yo más quiero,
me agita, me calma, tan solo espero
existir libre de tus labios preso.

Vivo presentes, ignoro futuros,
sombríos los días, claras las noches.
vestí dulces labios, hoy desnudo.

Sueño despierto con algo seguro:
besar tu boca, para que me abroches
al único mundo del que ya no dudo.


El "Patachicle"




No recuerdo muy bien su nombre. Puede que fuera José Luis o Antonio o quizás, si eso, ya me viene a la memoria: se llamaba Juan Antonio, ahora me acuerdo. Juan Antonio nosequemás, pero nadie lo llamaba por su nombre. Todos le decíamos Patachicle. Patachicle, sí señor, un mote excelente, sobre todo porque encajaba perfectamente con su físico. El imbécil que se lo puso debió de sacar un diez en la asignatura de insultos creativos.
El Patachicle había sufrido de pequeño una dolencia muy frecuente entonces, con una infancia carente de los principios básicos en cuidados sanitarios y alimentación adecuada. Había padecido la tristemente famosa polio, la poliomielitis, que consiste, en pocas palabras, en una enfermedad infecciosa producida por un virus que ataca la médula espinal y provoca atrofia muscular y parálisis.
Debido a ello, su pierna derecha había quedado reducida a la mitad de grosor y longitud y a la quinta parte de fortaleza y rigidez. Ahora bien, tenía una pata con tal elasticidad y flexibilidad que era capaz de agarrar con la mano derecha su pierna mala y ponérsela por encima del cuello, o hacerla girar sobre la cadera como si fuera la pernera vacía de un pantalón, o colocarla a sus espaldas pasándola por detrás de su culo, o sentarse encima de ella y no sufrir ninguna molestia. O sea, como si fuera de chicle.
Su cojera al caminar era sorprendente, espectacular, casi circense, a pesar de calzar un zapato especial con suela de corcho de treinta centímetros de grosor para intentar equilibrar la longitud de la otra pierna. Cuando se descalzaba para enseñarnos su pie deforme y ridículo, nos gritábamos “Bota patachi” y nos la lanzábamos unos a otros como si fuera un balón de rugbi. Pero a Patachi no le importaba. Todo lo contrario, se carcajeaba a más no poder. Con él, jamás nos aburríamos. Hacía un chiste de todo, sobre todo de sí mismo. ¿Alguien dijo complejos? Hoy en día haría un buen papel, en muchas escuelas, para combatir la dichosa baja autoestima de los niños de esta parte de la historia.
Su papel en el equipo de futbol del barrio era el más importante. Si él no podía ir al encuentro, todo el equipo se rilaba, es decir nos volvíamos atrás y sin él en la alineación no jugábamos. Y es que era el portero. Su agilidad y capacidad de arrastrarse por el suelo y poner la poliopierna en ángulos imposibles, en relación al resto del cuerpo, hacía que no hubiera balón que entrara en nuestra portería. Y corría, ya lo creo, corría que se las pelaba. A su manera un tanto cómica, trastabillándose, pero corría. Un portento físico. Y aquella capacidad de amedrentar al delantero contrario: “Como metas un gol te pego la polio y te quedas como yo” o “Si metes un gol le digo a todos que eres marica” o “Como te acerques a mi portería te tiro con la bota” o barbaridades que no puedo transcribir aquí, por respeto a mis lectores más sensibles.
Juan Antonio además era un tipo muy listo y dibujaba muy bien. A todos nos hacía caricaturas en sus cuadernos escolares y hasta con un palo en la tierra de la calle. Sacaba las mejores notas en la escuela y en el instituto. Tras terminar su carrera de Bellas Artes con un montón de matrículas, se instaló por su cuenta como dibujante y pintor y tras una carrera artística sorprendente, hoy vive como un rajá en Nueva York, donde tiene su estudio y su propia sala de exposiciones. Su obra está repartida por museos y colecciones privadas de todos los continentes.
Y, no os lo perdáis, firma sus obras como Juanan Gumleg. Podéis comprobarlo en Internet.



Prohibir-desobedecer


Microrrelatos.

Había una vez una reina que todo lo prohibía y su pueblo siempre la desobedecía. Llegaba a tal extremo este perverso modo de actuar, que un día la reina dijo: Prohibido obedecerme. Y a partir de aquel momento sus súbditos fueron leales y disciplinados.
En una granja había dos cerdos que se disputaban el poder de comer primero. Siempre tenían agrias discusiones entre ellos en el orden de la comida, hasta que un día llegó el porquero, les molió a palos a los dos y les prohibió comer hasta que él lo dijese. Pero ellos le desobedecieron y se comieron el uno al otro al mismo tiempo.
El entrenador de un equipo de futbol, prohibió a sus jugadores que salieran de fiesta con sus novias la noche antes del partido. Hartos de esta prohibición los jugadores, decidieron desobedecerle y se fueron de fiesta con las amigas de las novias. Y los partidos fueron más desastrosos que antes de la prohibición.
La madre de Ernesto le prohibió que se acostara vestido en la cama. Ernesto la desobedeció y se quedó dormido en el sofá, vestido.
El padre de Joaquina era muy estricto y prohibió a su hija que hiciera deporte, pues eso era cosa de chicos. La niña le desobedeció, se hizo militar y hoy es comandante. Como su padre es sargento, ahora tiene que obedecerla.
En esta empresa está prohibido pensar, dijo el obispo. Solo se permite obedecer.
En esta empresa está prohibido obedecer, dijo el científico. Solo se permite pensar.
La maestra demócrata trataba de que sus alumnos confeccionaran un listado de propuestas con cosas que deberían de prohibirse en clase. Todos los niños y niñas sin excepción, miraron al compañero o compañera de al lado y pusieron en primer lugar lo que les molestaba de él o de ella.
La dirección general de tráfico ha prohibido el uso del móvil al volante. El ochenta por ciento de los conductores desobedece. El otro veinte por ciento o no tiene móvil o se le ha olvidado.
        A ver, cariño, sabes que te lo prohíbo por tu bien.
        Si mamá, porque si no me pegas.

Mis frases hechas
La primera persona que prohibió que se hiciera algo, debería ser alguien que temía perder ese algo o el privilegio de usarlo ella sola.
Prohibir lleva implícita la violencia, la imposición, pero también el desafío a la autoridad.
Muchas prohibiciones han abierto la puerta a la razón y a la ciencia.
Prohibirse a si mismo es aceptar un protocolo de salvación de uno mismo.
Para prohibir es necesario tener muy claro que lo prohibido beneficia a quien lo prohíbe
Los padres y las madres prohíben a sus hijos hacer aquellas cosas a las que ellos les tienen miedo.
Los padres prohíben aquello que creen que hará daño a sus hijos. Y estos creen que es lo que más placer les da.
Los padres prohíben siempre por el placer que da, el decir después del error de los hijos: ves, ya te lo dije.
Si nadie hubiera desobedecido, no habría habido evolución de la especie.
El poder prohíbe, para beneficiarse con las prohibiciones, con multas o con los efectos secundarios de esas prohibiciones, como por ejemplo las medicaciones y los tratamientos de deshabituación en el caso de las drogas.
A veces, el poder esconde sus contradicciones prohibiendo algo. Por ejemplo, prohíbe el alcohol a menores, pero sigue favoreciendo su producción y la vigilancia sobre la venta es prácticamente nula.
Se prohíben las drogas, pero en ese mismo esquema, jueces y policías y otro orden de personas afines al poder se benefician de ello.
Las mafias desobedecen para enriquecerse, pero como estructura de poder que son, también prohíben para seguir enriqueciéndose.
Prohibido prohibir es una paradoja sin solución. Quien lo dijo lo sabía, pero quiso crear confusión al respecto.
Los maestros en los colegios tienen extensas listas de prohibiciones. Es lo primero que los alumnos aprenden. Pero tienen tan poca memoria, que nunca se acuerdan de lo que aprenden, afortunadamente.
Si solo prohíbes, inculcas la rebeldía y, de eso se trata, no?
Todos anhelamos el fruto prohibido, desde que el mundo es mundo. ¿Por qué? Por esa única razón, por ser prohibido.
Si se prohíbe algo al ser humano, este dice: probémoslo.
El que desobedece a la moda, marca tendencia.
Nacimos para desobedecer, está en nuestros genes. Son aleatorios, no obedecen.
Prohibido copiar en los exámenes. ¿Alguien ha obedecido alguna vez esta norma?
Es posible que haya más sinónimos de prohibir que de permitir.
Con la desobediencia tienes la penitencia; con la prohibición, la tentación. Y así vamos, de la tentación a la penitencia, pasando por el placer.
Si se revisa la historia con sentido crítico, se saca una indiscutible conclusión: hay que seguir desobedeciendo.


Prohibiciones a la mujer en la era franquista:
Las restricciones y maltratos contra las mujeres por durante la dictadura franquista:
1- a finales de 1938 se prohibió a las mujeres inscribirse como obreras en las oficinas de colocación, salvo si eran cabezas de familia y mantenían a ésta con su trabajo, estaban separadas, se hallaba incapacitado su marido, o eran solteras, bien sin medios de vida, bien en posesión de un título que les permitiera ejercer alguna profesión
2- se prohibió el trabajo de la mujer casada si el marido tenía un mínimo de ingresos determinado. La Ley de reglamentaciones de 1942 implantó la obligatoriedad de abandono del trabajo por parte de la mujer cuando contraía matrimonio y algunas importantes empresas como Telefónica hicieron constar en sus cláusulas esta normativa al contratar: si había una reincorporación posterior, debía contar con la autorización del marido. Las menores de edad (entonces hasta los veintiún años, aunque las hijas no podían abandonar el hogar paterno hasta los veintitrés años, “salvo para tomar estado”) estaban bajo la tutela de los padres y las casadas bajo la tutela de sus maridos. ¿En qué se traducía esta tutela? Por ejemplo, en que las mujeres no podían elegir por sí mismas una profesión y ejercerla, realizar ninguna operación de compraventa, firmar un contrato de trabajo o la apertura de una cuenta bancaria sin la correspondiente “autorización marital”.
3- Las mujeres durante la dictadura no podían disponer de sus propios bienes sin la autorización del marido, sino que ni siquiera podían disponer de sí mismas: cualquier cosa que quisieran hacer debía contar con la firma del marido.
4- En el Código Civil se equiparaba a las mujeres –por el solo hecho de serlo– a los locos y dementes.
El artículo 57 del Código Civil sancionaba ese su retorno a la edad pueril en su relación con el hombre, aun dentro del matrimonio: “El marido ha de proteger a la mujer y ésta obedecerle”.
Hasta 1958 no fue autorizada por la ley a ser tutora o testigo en testamentos, aunque la casada seguía necesitando permiso del marido, y hasta 1973, en las postrimerías del final de la dictadura aunque fuera por la muerte del dictador en la cama, las solteras no pudieron abandonar el hogar paterno y organizarse su vida antes de los veinticinco años, pasando a partir de ese año a equiparar la edad de emancipación legal –los veintiuno – con los varones.
La mayoría de las ordenanzas laborales y normativas de trabajo en empresas públicas y privadas establecieron despidos forzosos de las trabajadoras al contraer matrimonio y en determinadas empresas algunos reglamentos de régimen interior prohibían a las mujeres ejercer puestos de dirección.
5. la mujer casada continuó necesitando el permiso de su marido para firmar contratos de trabajo, ejercer el comercio y usufructuar su salario.
6- Prohibición a las mujeres de estudiar en escuelas, universidades o cualquier otra institución educativa (los talibán han convertido las escuelas para chicas en seminarios religiosos).
7. Hasta 1966 no se permitió a las mujeres ejercer como magistrados, jueces y fiscales de la Administración de Justicia y, por fin, la autorización marital para firmar un contrato laboral y ejercer el comercio sería abolida en la reforma de los Códigos Civil y de Comercio de 1975. Cuando el régimen económico del matrimonio era la sociedad de gananciales, los salarios de ambos cónyuges constituían bienes gananciales, cuya administración siguió correspondiendo hasta 1981 al marido. Por último, a finales de 1975 el acceso a algunos puestos de trabajo permanecía cerrado para las mujeres, por ejemplo, en la Policía o las Fuerzas Armadas. La “licencia marital” se mantuvo hasta la reforma legislativa de 1975.
8. El organismo que en España asumió la organización de las mujeres fue la Sección Femenina de FET y de las JONS, encabezada por la hermana del fundador de Falange, Pilar Primo de Rivera. También intentaba emular a las organizaciones nazis y fascistas, con sus propias peculiaridades, en este caso con una gran presencia del elemento religioso. Esta organización tenía como misión organizar la aceptación del régimen entre las mujeres a través de distintos mecanismos,

9. Dentro del marco de la cultura católica imperante su espacio se reducía a la familia, donde cumplirían el imprescindible papel de “proporcionar hijos a la Patria”. Se diseñó un prototipo de mujer, un modelo expuesto desde la escuela, la propia Iglesia y los medios de comunicación:
“debía ir convenientemente vestida, es decir, con mangas largas o al codo, sin escotes, con faldas holgadas que no señalaran los detalles del cuerpo ni acapararan atenciones indebidas. La ropa no podía ser corta y mucho menos transparentarse. Las mujeres jóvenes no debían salir solas ni ir acompañadas de hombres que no fueran de la familia”.
10. El artículo 416 del Código Penal castigaba con arresto mayor o multa a todos aquellos que indicaran, vendiera, anunciaran, suministraran o divulgaran cualquier medio o procedimiento capaz de facilitar el aborto o evitar la procreación. Sin embargo, en el caso del aborto, se contemplaba la reducción de la condena si se alegaba la deshonra que suponía para la familia una madre soltera.
El aborto era delito. Nada de información sexual y ningún medio anticonceptivo.
11. El adulterio estaba especialmente penado (pero solo si lo cometía una mujer). La religión católica a las mujeres de hablar o estrechar las manos a varones que no sean sus familiares.
12- Prohibición a las mujeres de tener presencia en la radio, la televisión o reuniones públicas de cualquier tipo.
13- Prohibición a las mujeres de practicar deportes o entrar en cualquier centro o club deportivo, sino es solo para mujeres.
Prohibición del acceso de las mujeres a los baños públicos. (Baños y piscinas solo para mujeres)
Prohibición a las mujeres y a los hombres realizar actividades juntos Los sitios públicos se dividen ahora en "sólo hombres" o "sólo mujeres".
27- Prohibición de pantalones, solo faldas, y largas.
Aparte de las anteriores restricciones a las mujeres, los franquistas también:
-Censuraban todo tipo de actividades culturales como escuchar cierta música, televisión y vídeos, a todas las personas, no sólo a mujeres sino también a los hombres.
- Prohíben celebrar el tradicional carnaval y otras fiestas. Los franquistas proclamaron que esa festividad es pagana.
- Se desautorizo el día internacional del trabajo (1º de mayo), porque es tachado de festividad "comunista".
- Han ordenado que toda aquella persona con nombre no cristiano se lo cambie.
- Obligan a la juventud española a raparse el pelo.
- Ordenan que los varones vistan indumentaria apropiada.
- Ordenan que los hombres que se afeiten o recorten sus barbas, solo se pueden dejar bigotillo ridículo
- Ordenan que todo el mundo vaya a misa y si no estás bautizado no puedes matricularte en un colegio.
- Obligan a todos a cantar el cara al sol, el himno, decir viva España dando aplausos.


¿Qué desea. señora?


Julia se sentó en una mesa situada en un extremo de la terraza. Lo había intentado en el bar de al lado, que ya conocía de otras ocasiones. En su interior se sintió molesta por la cantidad de ruido que había. La televisión, con el consabido partido de fútbol y las mesas, repletas de familias y grupos de amigos celebrando vaya usted a saber qué. Fuera, tampoco había sitio para ella. Además, en aquel local conocían a Juanma y no era plan que fueran a preguntarle por él. En realidad no sabía qué hacía ella por aquella zona, tan distante de su barrio.
Decidió irse al de al lado. Siempre tenía menos público, siendo era más amplio, más tranquilo y con mejor relación calidad-precio. Manías del personal. Ocupó su asiento de cara a la calle, lo que le daba una buena perspectiva del anodino paisaje urbano que veía desde allí. Casas recortadas en un límpido cielo, algunos árboles otoñales y coches aparcados en doble fila.
Los paseantes aportaban el componente humano en la fotografía dominical de la ciudad. Cerró los ojos y una ráfaga de sol y viento aportó luz, calor y sensación de limpieza a su espíritu, tan frío y oscuro desde hacía unas semanas. Se sintió aliviada.
        Hombre Julia, ¿qué haces tú por aquí?
        Ya ves, tomarme algo por este barrio. ¿Y tú, no estás un poco lejos de tu nueva casa?
        Pues si, la verdad, pero es que en este portal de al lado vive –Juanma se interrumpió y miró fijamente los ojos alerta de la mujer–, vive…
        Ya. –le interrumpió ella– Vive Cecilia, ¿no?
        Si, exacto, ¿cómo lo sabes?
        Esta ciudad es muy pequeña, querido –dijo Julia con tono agresivo.
        Sí, es cierto, pero que le vamos a hacer, coincidiremos muchas veces, así son las cosas
        Querrás decir tus cosas, ¿no?
        Vale, vamos a dejarlo, de acuerdo. Tómate tranquilamente tu cervecita y disfruta de esta preciosa mañana de domingo
        Claro, para ti es muy fácil todo…Tú ya lo tienes resuelto. Tarzán agarrado a su nueva liana. Y yo, ¿cómo me quedo?
        Vale ya guapa, dime si puedo hacer algo por ti, pero dejemos esta absurda discusión. Lo nuestro ya no funcionaba y tú lo sabes. Se acabó.
Se hizo un breve silencio, tras el cual Julia oyó.
        Perdón, ¿la señora va a tomar algo? ¿La señora ya ha decidido lo que quiere?.
Julia abrió los ojos y una figura a contraluz con una bandeja en la mano, le inquiría por cuarta vez sobre sus deseos.
        Si, que me dejes dormir a tu lado.



El que guarda halla, aunque sea una cangalla.



El que guarda halla, aunque sea una cangalla.

Hace muchos años, vivía en una pequeña casa de planta baja, en una lóbrega calle de un barrio perdido, en una olvidada ciudad castellana, una mujer muy vieja que no tenía marido ni hijos. Se llamaba Teresa. Vivía sola y no recibía pensión ni ningún otro tipo de ayuda económica, pero sobrevivía. En el patio trasero de su casa, disponía de una porción de terreno y una higuera. A pesar de la edad, aquel cuerpo gozaba aún de fuerza y maña suficiente para atender con esmero su coqueto huerto.
        Hacienda, tu amo te atienda o si no que te venda –solía decir a las vecinas
De él obtenía los productos de temporada que le permitían alimentar su escueto cuerpo y aún para vender a los vecinos los excedentes de su limitada cosecha. En su casa siempre había alubias blancas y pintas, pimientos secos, higos enharinados, mermelada de tomate, ajos, patatas e incluso poleo y hasta café.
        El lobo que no va por su pie, no come la carne que quiere – recriminaba a todos aquellos que se quejaban de su mala suerte
Esto del café en Castilla resultaba extraño, pero ella decía que las semillas se las enviaron en una carta, dos hijos que se fueron a Brasil a hacer fortuna y de los que nunca más se supo.
        Buena vida, padre y madre olvida –refunfuñaba con amargura.
Durante el tiempo que no hubo agua en las casas de aquel barrio, ella iba con una carretilla y dos cántaros a la fuente de la fonda. Pero llegó la modernidad y con ella el agua a las casas. Como no disponía de dinero para pagar el recibo, la empresa le dejó echa la acometida, pero no recibía el suministro y tuvo que seguir yendo a la fuente. Hasta que la desmontaron. Cosas de la modernidad y del negocio. Su disgusto y el de muchos de los vecinos fue muy grande, ya que no querían perder el frescor y la limpieza del agua que habían usado toda su vida. Y, menos aún, tener que pagar un recibo.
        agua corriente, sana a la gente –decía con pena y algo de amargura
Pero ella, amiga de sus vecinas, consiguió que la María, que vivía pared con pared, le cediera una toma que llegaba a través de un hueco en la pared del patio. Y, a cambio, la María tendría parte de los productos regados con su agua.
        gente castellana, gente sana – decía a María cuando iba con su pequeña cesta colmada de higos.
Para completar sus necesidades con algún otro tipo de ayuda, había convertido su casa en una especie de almacén de objetos variopintos, un moderno bazar chino, pero de cosas recogidas aquí y allá. Todo el vecindario pasaba alguna vez a buscar cualquier objeto, chisme, clavo, punta, aguja o papel, porque seguro que Teresa tenía lo que necesitaban para remediar su avería. Y ellos, a cambio, le daban unos céntimos o una porción de pan, un pedazo de tocino, una usada chaqueta de lana o lo que les pareciera, que ella lo convertiría en un tesoro para otro vecino necesitado.
        el que guarda halla, aunque sea una cangalla.
Hasta ahí llegan mis recuerdos de los recuerdos que mi suegra, la hija de la María, guardaba de Teresa, muertas todas hace ya muchos años. 
Y ahora, mi señora, antes de salir a cumplir a su oficina, me dice, no se a santo de qué:
        como el comer es diario, trabajar diariamente es necesario
No sé si lo dirá por mí, que solo hago que escribir.
Nota bene: Habida cuenta de las sensibilidades que puede herir este relato, este juego literario, se recomienda que cada lector cambie a su gusto la palabra vieja, por su masculino viejo y coordine su nombre, adjetivos o lo que haga falta. También, llegado el caso, podemos usar el genérico persona, o como no, ser humano. Incluso se había pensado en la posibilidad de que el/la protagonista fuera neutro, pero el autor no ha dado con el sustantivo adecuado.