viernes, 26 de mayo de 2017

Más libertad sin nadie. L. C.


 “He de situarme. Vamos a ver, tío céntrate. Estoy en el ascensor de mi casa, ¿vale?. Dentro del ascensor de mi casa y vuelvo a mi casa ahora, o sea bien, puta madre. Deben de ser las cuatro de la mañana. No estoy seguro. Bueno, más o menos, porque Adela se fue a eso de las doce y en cuatro horas me ha dao tiempo a hacer de todo. Adela debió de irse con una mala hostia definitiva. Normal. Bueno, no tanto. Que se ha creído esa niñata, que va a hacer conmigo lo que le salga del coño. Y una mierda. Joder que ganas tengo de vomitar. Pues aquí mismo. Puaf, que mal me huele la ginebra cuando la vomito. Me sienta fatal y si me pongo un poco de coca, ya el remate. Que cojones le pasa a este ascensor, no funciona, o qué. Pues este olor me hace vomitar de nuevo. Puaggghhh, que asco colega, vaya guarrada he preparado en el puto suelo. Tengo que salir. De puta madre, ahora no responde la tecla esta de los cojones. Dios! pues acabo con él a puñetazos, puf, no tengo ni fuerzas, pero se van a enterar mi vecino cabrón, patadas a la puerta. Vamos joder ábrete ya. Qué pasa, dios le he dao al espejo, joder me he cortado el codo, la puta si estoy sangrando, mierda, mierda, ábrete canalla. Joder entre el olor de la vomitona, la sangre y ahora que no consigo ni levantarme. Me estoy meando, creo que me estoy meando de rabia. Se fue la luz. Y no puede ser, esto no puede ser, ahora encima no veo nada. Tomás joder abre, estás por ahí, por favor, ábreme ya. Será posible que no esté en casa el mierda este. La alarma, joder tiene que estar el pulsador de la alarma. Hostia el mechero, lo tengo aquí en el bolso derecho, si aquí esta, la puta que me parió como me duele el codo, no soporto este olor, sácame de aquí, tío, sácame, joder.  Tiene poca llama este mechero, pero es suficiente, ya veo. Qué pasa, está lloviendo, a qué huele ahora, ¿a gasolina?, dios lo que me faltaba. Socorro, socorro, cabrón, fuego, fuego fueg….aggg.”
Esto es lo que más o menos le pasó a mi vecino Artemio, dentro del ascensor de este edificio de mierda, donde solo vivimos él y yo, cuando el jueves volvía de una de sus juergas, a las cuatro de la madrugada. Le conocía desde que éramos lactantes y, aunque en otros tiempos fue mi amigo, he de decir que se lo merecía. Por cabrón y mala gente. Y sobre todo, por joder con mi novia Adela. Pude oír perfectamente sus gritos y sus quejas, e intentar ayudarle, pero mi papel en su última escena era otro. Y lo cumplí. Faltaría más, so hijo puta. Para eso compré la lata.



jueves, 25 de mayo de 2017

El viaje de Luisa

El viaje de Luisa.

Cuando Luisa llegó del viaje, descargó la mochila en la caja fuerte de sus sueños.
Nadie supo exactamente donde estuvo, pero Luisa nunca más volvió a llorar.
Comenzó a bailar al caer la noche, porque recordaba la esencia de su viaje.
Él atesoraba las leyendas de todos los itinerarios.
Luisa nunca llegó al final del viaje. Esperó a que llegara solo y se encontró a las puertas de su paraíso perdido para encontrarse. 
Se perdió mil veces en el recorrido. Sus mapas eran de aire, los planos de agua, las señales, el vapor de su respiración.
Cada mañana se repetía ante el espejo: No volveré a ser la misma tras mi retorno.
Salía de su casa en busca de respuestas al misterio y volvía con mil preguntas.
Hacía la comida con productos de su cosecha y el sol le devolvía la mirada.
Sus ojos brillaban con la verdad y se cerraban con las respuestas.
Aprendió a nadar entre las sílabas de todos los idiomas.
Se sumergió en los mares de todas las incertidumbres y guardó entre sus dedos la fe de las caracolas en las mareas.
Conoció al hombre de sus sueños. Dormía plácidamente en el bosque de lo imposible. Él llevaba un montón de versos en el bolsillo de los misterios. Su maleta estaba llena de kilómetros de poemas.
Luisa le abrió su bolso y le mostró el cofre de lo increíble. Él no supo leerlo y se marchó al país de la desolación.
Ella adora el caos. Dice que el caos la vida. Adora la vida por su desorden. Sin embargo, sabe que en el fondo de ese caos laten las leyes matemáticas de la naturaleza. Lo sabe, pero mantiene la incógnita en el cuenco de sus manos. 
Nadie conoce a Luisa, pero la adoran cada vez que surcan el iris de sus ojos.
Alguien me relató su historia y aún está prendido del halo de su música. Sé lo que me han contado.
Y, yo, envuelto por la música que desprende el halo de Luisa, busco un viaje como el suyo.


martes, 23 de mayo de 2017

El último espectáculo

Buenas noches estimado público.
Bienvenidos a este mi último espectáculo.
Muchas gracias por emplear su estimado tiempo y dinero en este viejo artista que ahora se presenta de nuevo ante ustedes, más él mismo que nunca.
Y sin más preámbulos, paso a comunicarles mi mensaje, dando comienzo a la representación.

De noche se me presentan todos los fantasmas que han poblado mi vida y el dormir deviene en una imposibilidad. El insomnio se vuelve pétreo, como pared de cementerio o muro de cárcel. Mi cuerpo macilento se pasea, en un difícil equilibrio, por el borde de ambas estructuras, Voy saltando de una a otra, como un gorrión herido y extraviado, fuera del ámbito de la tranquilidad del nido. Y digo bien, entre la cárcel y el cementerio, tanto monta, monta tanto, porque mi mente queda convertida en una máquina de vapor, a punto de reventar y quisiera terminar, de una vez por todas, o en uno o en otro lugar. Dar así por finalizada esta tortura. Mis  pensamientos son el combustible que arde y hace mover este tren imparable, cargado  de conjeturas, disparates, angustias, rabias, deseos innobles y toda suerte de ideas desquiciadas en el que viajo, preso de mi mismo, hacia no se sabe donde.
La representación que ahora se inicia forma parte de esos fantasmas y ustedes van a ser testigos y cómplices de toda esta historia, que espero sea algo que no olvidarán en su vida. En su corta vida.
Quiero con ello hacerles partícipes de un proceso personal que inicié hace algunos meses y que ha finalizado con este guión y esta puesta en escena, que ustedes disfrutarán o sufrirán, nunca se sabe.
Quizá se pregunten, desde la seguridad de las cómodas butacas de este teatro, a santo de qué, este payaso, bufón aprendiz de actor, que promete en su programa risas y diversión para esta tarde gris de domingo invernal, se disfrace con el más negro de sus trajes y nos venga a hablar de los fantasmas de su vida.
Como si cada uno no tuviera suficiente con los propios.
Si, lo sé. Cada uno de ustedes que ahora me observa aún con esa cara de perplejidad, estoy seguro de que tienen una carga personal e intransferible de cuentos de terror que en su día fueron -y hasta es posible que hoy mismo sigan siendo- una tortura permanente de la cual no sabían, ni saben, como librarse. Esas angustias, esos miedos, esas culpas, esas complicidades, esas envidias, esas mentiras, esos horrores cotidianos, esas pesadillas, los pecados más graves, los deseos mas abyectos, incluso los crímenes y los delitos que aún no han confesado, ja ja ja.
Si, claro que si, claro que sus mentes están llenas de todo eso y también estoy seguro que incluso sus manos están llenas de sangre o de mierda o de ambas cosas, o de dinero negro o de armas de destrucción masiva. Son, no más, una complicidad culpable en este mundo terrible que hemos construido así, para nuestra propio gozo, terror y desesperación, que todo cabe. ¿Notan ya una cierta tensión en sus pechos, sienten como un cinturón esta presionando ligeramente su cintura, oyen el galopar de la sangre en sus sienes?. Pues, señores y señoras, esto no ha hecho más que empezar. 
También estoy seguro de que quisieran ser tan afortunados como yo y estar en mi lugar, es decir, acceder a un escenario, desde el cual tuvieran la opción de dar el latazo a sus congéneres con todos los relatos que, en forma de ratas hambrientas, están mordisqueando sus conciencias desde tiempos inmemoriales. Hacer la perfecta confesión de sus vidas, que sirviera para descargar sus infectas conciencias y, al tiempo, ser una maravillosa venganza, un "para que te jodas, imbécil". Y además, sabiendo que todo lo que se diga y haga aquí, no va a tener consecuencias en ese universo de fuera, porque nadie saldrá vivo de este teatro. Nadie, es representación única. 
Bien, pues ahora se joden y se aguantan porque soy yo el que tengo el micro y ustedes los que han pagado por la entrada y están tan inquietantemente sentados en sus asientos, desde los que no les va quedar mas remedio que escucharme hasta que yo diga que el espectáculo ha llegado a su fin. A partir de este momento, ese asiento va a ser su potro de tortura, ni más ni menos. Esas mínimas sensaciones que han ido creciendo de forma casi imperceptible, van a hacerse poco a poco insoportables, hasta el punto que alguno de ustedes no aguante la presión y pida desesperadamente la muerte.
¿Ven? un chasquido de mis dedos ha sido suficiente para que mi fiel equipo técnico, sumiso a mis órdenes, haya puesto el cerrojo a su cintura que les va a impedir moverse en dos horas o hasta que yo quiera o quizá nunca más. Ahora si que son clientes cautivos, espectadores pegados a sus asientos. Meros objetos pasivos y sufrientes de este teatro de la verdad, la tortura  y la muerte.
Quieren chillar y no pueden, ¿cierto? Quieren moverse y no son capaces, ¿verdad? Bien, esa es la clave, esto es lo que busco, esto es lo que han venido a sentir. Podrán hablar y moverse,  solo cuando yo se lo permita y se lo pida y...siempre y cuando digan la verdad sobre los hechos que yo les solicite. Porque, si eso no es así, pasarán un largo calvario hasta su total extinción.
¿Mola, eh? Bueno, bueno, vamos a ver, no quiero lágrimas, ni gestos dramáticos. En todo caso, esto es un espectáculo al que han venido a disfrutar, ¿no? Aunque, bien pensado, las lágrimas y los rostros agrietados por el dolor forman parte de esto... ¿como se llama? Eso, perfomance colectiva, actuación grupal. Va a quedar genial, ya lo verán.









jueves, 4 de mayo de 2017

Sin tu latido.


Yo quiero más a mi seño que a mi mamá. Lo tengo muy claro: me gustaría que viviéramos juntos toda la vida. Mi mamá siempre tiene mucho trabajo y todo lo quiere hacer muy deprisa. Manoli, mi seño, hace todo con mucha calma y siempre está tan tranquila y feliz con todos los niños. Mi mamá me deja en el cole muy temprano, en la guardería de los madrugadores y se va a currar –como dice ella- en su coche, con dos compañeras que la llaman desde la ventanilla, para que no se esté mucho rato besuqueándome.
Al poco rato llega Manoli, se acerca al comedor, donde yo estoy tomando la leche con el colacao y las galletas y me achucha. Me encanta que haga eso, que se agache al lado de mi mesa y se acerque a mi cara. Huele tan bien. Me sabe todo tan rico cuando ella está cerca de mí. A veces me dan ganas de llorar y entonces ella me achucha más y me pregunta que si me acuerdo de mamá. Si, le digo, pero lo que de verdad sucede es que lloro de alegría al tenerla tan cerquita de mí, con su colonia de limón y sus ojos de menta, que me parece todo que se pudiera comer. Mi mamá, cuando me recoge por la tarde huele a sudor y su boca a tabaco, porque fuma mucho por el estrés que le da su trabajo en la fábrica de coches, donde coloca los motores. Manoli no fuma y se lava los dientes con una pasta que huele a fresa o algo así, algo muy limpio. Toda ella me parece que ha salido del escaparate de la pastelería que hay en la plaza. Tan rica. Todos los niños la queremos mucho, pero yo más que ninguno. Estoy enamorado de ella, como el pato Lord de la pata Queen, de los dibujos de la clase de inglés.
Dice mi mamá que ella no volverá a querer a ningún hombre después de lo que le hizo su marido, o sea, mi padre. Yo de eso no se nada, solo sé que no tengo papá. Hay otros niños del cole que no tienen papá y no pasa nada, o si, porque algunos van y vienen con las mochilas a casa de uno o de otro y mi madre dice que eso es un lío tremendo y que ella está mejor así, sin marido que aguantar. Qué se mantenga bien lejos, que total para lo que hacía. Eso es lo que le dice a mi señorita Manoli, cuando la va a ver y hablan de mí. Me gusta verlas a las dos, tan distintas, pero tan juntas en ese momento que yo quisiera tenerlas a las dos como mamás. Ya sé que he dicho al principio que quiero más a Manoli que a mi mamá, pero ahora me estoy arrepintiendo y creo que es mejor tenerlas a las dos. Una todo el día en el cole y otra, toda la noche en casa. Y también los fines de semana.
Un sábado fuimos a comprar al supermercado y nos encontramos con Manoli. Iba de la mano con un chico muy alto y muy guapo, según dijo mi mamá. Se acercó a mí y me abrazó un rato y el chico aquel me llamó campeón. Manoli se puso a hablar un poquito con mi mamá y yo estuve boxeando con su hermano. Mi mamá me dijo que no era su hermano, que era su novio. Y yo me enfurruñé y me quedé con las ganas de volver y darle un puñetazo. A los dos, por engañarme.
El lunes me pasé la mañana mirando mal a Manoli, para que se diera cuenta de que estaba enfadado con ella. Por tener novio y porque ya no podrá casarse conmigo. Así que en el recreo le dije a Marina que es mi compañera de mesa, que si quería ser mi novia y me dijo que sí, pero solo en el recreo. Vale, le dije yo. Así que ahora ya tengo novia para el recreo y a mi mamá para el resto.
Cuando llegamos a casa mi mamá puso música y empezó a cantar con el señor del disco una canción que decía:
Ay, amor mío, qué terriblemente absurdo es estar vivo sin el alma de tu cuerpo, sin tu latido.
Y yo, que no sé qué es eso del absurdo, del alma, ni lo del latido, me quedé mirando a mi mamá con cara de pregunta y me dijo:
-Tranquilo mi amor, son cosas de mayores. Ya lo entenderás.

Entonces me acordé de Manoli, de su novio, del marido de mi mamá, de mi mamá y me puse tan contento porque todavía no soy mayor, pero ya tengo novia para el recreo.

Enamorado de tus manos.

Estoy enamorado de tus manos. Siempre que estás cerca, mis poros solo tienen un objetivo y es, sentirlas, apreciarlas con detenimiento hasta abstraerme en su delicadeza, en el mapa y el color de su piel, en los dedos tan bien torneados, tan exactos, tan fuertes y precisos sus nudillos, como los de una escultura griega, tan femeninos y, a pesar de ello, sin anillos ni alianzas.
Me recreo en tus uñas perfectamente arregladas, su media luna llena de poesía, el pulgar que se adelanta con energía y decisión a todos lo demás dedos, el puño, la preciosa organización de huesos, músculos, tendones, venas, nervios…esa milagrosa estructura, carta de presentación de toda tu belleza e inteligencia.
Gozo con esa coreografía tan elaborada y sencilla al mismo tiempo, en la que el conjunto de tus dedos crean, junto a tus palabras, una entidad completa de una compañía de ballet que danza, apunta, señala, acentúa, modifica, convence y enamora.
Enamorado como yo, de esas manos, de su esencial calor y de su tacto, de su armonía, del gesto único y total que me ha dado tanto placer y tanta satisfacción, que una vez sumergidas en mí, me manejan a su antojo y me pasean por la vida como formando parte de ellas.
Giras con suavidad tus dos manos al tiempo y dejas al descubierto las palmas, con su delicada y poderosa geografía de suaves líneas, donde está escrito el presente, el pasado y el futuro y con las que sueño de día y pienso de noche, todos los días de mi vida.
Desde aquel 25 de enero, día de tu cumpleaños, en el que dejaste sobre mi cuerpo, escrita con la tinta indeleble de la pasión, el deleite y el placer de tenerte, maravillosa fecha en la que sembraste la necesidad permanente de volver a estar envolviéndolas con mi cuerpo, amarrado siempre a tus manos.  
Ellas son para mí, el aliento del amor que te procuro, mi red y mi libertad, el núcleo de ese volcán que encendiste hace ya tanto tiempo y que mantengo vivo, con la esperanza de que en lo que nos quede de vida, me lleves siempre junto a ti.
Y cuando tengas frío te introduzcas en mi cuerpo, dedo a dedo, suavemente, para que yo, tu fiel y seguro servidor, te proteja de las inclemencias del tiempo.

Con todo mi amor, tus guantes.