domingo, 31 de enero de 2021

Sueños 2/21

31/1

    Estamos en un aeropuerto, dispuestos para el viaje, no se sabe donde. Empujo un carro con mi equipaje, compuesto de cajas y maletas en un montón informe y desordenado. Encima de esa montaña, llevo una bandeja con pasteles, así sin tapar, sin empaquetar, tal cual, como si fuera el escaparate andante de un pastelero aprendiz. 

    Viene el momento de las despedidas y Carla se muestra cariñosa y simpática. Nos abrazamos, Le deseo suerte en su campeonato de voleibol y le hago el signo del corazón con los dedos de las dos manos, tan mal, que más bien parece un cacahuete. Se ríe. 

    Al darme la vuelta, en un alarde de torpeza, tropiezo con el carro y la bandeja de pasteles se desliza irremediablemente hasta el suelo, cayendo, como predice Murphy, con los pasteles hacia abajo. Carolina, la madre de Carla, intenta poner orden en el desaguisado y los vuelve a colocar encima de las maletas, ofreciendo una imagen un tanto asquerosa, con toda la masa dulce y pastosa de los pasteles, convertida en un campo multicolor, mas bien una vomitona, digo yo. 

    Me rehago como puedo del solemne ridículo de la situación y le pregunto a Carol por la comida de los aviones, la que dan en el viaje y me explica que eso ya se acabó hace tiempo y que por ello habíamos comprado los dulces en cuestión. 

    No digo nada.

    Me despierto, con la sensación de bobo, muy presente.

xxx

Con el debido respeto, señora mía, le transmito que, ante el peligro de derrumbe del despacho que ocupo, tenga a bien darme su visto bueno para trasladarme a otro lugar de estas inmensas oficinas, evitando así  daños en mi persona y en el mobiliario y otros objetos importantes para mi trabajo que están en este habitáculo.

Durante mucho tiempo he aguantado las inclemencias del tiempo, el frio que su cuela por todas las rendijas de las paredes, el agua que forma charcos en el suelo y encima de mi mesa, procedente de las goteras que padece la cubierta de este pabellón, los desconchones de la pintura de las paredes, humedecida y cubierta de mohos y verdines, que dejan sobre los papeles que manejo, trozos de yesos y escayolas y entorpecen sobremanera el trabajo que desarrollo, los malos olores procedentes del baño aledaño, los cristales rotos y otros a punto de vencerse a cachos sobre el suelo, las puertas que chirrían y no tienen ya ni pestillo ni manilla para poderse cerrar, las tablillas del parqué que se levantan a cada paso y dejan el suelo como un campo arado, para que hablar de los muebles que hace tanto tiempo dejaron de serlo, pues han perdido patas y reposabrazos, necesitados de un cambio radical, esas estanterías atestadas con sus baldas curvadas y a punto de deslomarse con su contenido de infinitos papeles sobre sus vetustos hombros, la instalación eléctrica, que nunca funciona y está sometida a continuos apagones por cortocircuitos jamás investigados y reparados... Para qué seguir.

Señora mía, estimada jefa, esto no puede continuar así, mi dignidad y mi salud no se pueden permitir mas retrasos en estos arreglos imprescindibles desde hace quince años, cuando le escribí el primer informe sobre el estado de estas instalaciones. 

Es urgente que hoy mismo, hoy mismo, se haga algo al respecto, pues no soporto más esta mierda de oficina. O me trasladan ahora mismo o, sencillamente, prendo fuego a este estercolero, conmigo dentro, para denunciar que clase de asquerosa empresa  y que tipeja de jefa tenemos aquí. 

Esperando la respuesta afirmativa a mi petición, le saluda atentamente, su fiel administrativo primero y eterno servidor, F.

Oye, F. Por fin, ¡desgraciado! Sal ahora mismo de ahí, que está llegando la empresa de derribos. Empiezan hoy. Te lo dije hace meses y no se a que esperas. Han ido a buscarte y no te han encontrado en la oficina. En tu casa no estabas. Como no tienes ni teléfono, ni nada, qué hacemos contigo, hace meses que no se de ti. ¿Desde dónde y con qué ordenador  has escrito este correo?¿Dónde te metes, joder? Nos tienes locos a todos con tu búsqueda. La policía no te encuentra. Los juzgados no tiene nada sobre ti. Hemos vaciado tu oficina sin encontrarte. Esto es demencial. Da una señal. Te dije que no volvieras mas por aquí, que estabas jubilado y tu erre que erre. 

Los de derribos, comprendieron enseguida que el humo que salía de aquellas ventanas, era el claro indicio de que aquello era un incendio desatado en la oficina donde F trabajó hasta su jubilación... y más allá. Se lo tomaron con calma, a fin de cuentas el fuego haría parte de su trabajo.

A F le reconfortada.   Era su venganza.  Demostraba de nuevo que los muertos siempre vuelven.


1/2

    Estoy en casa, en la cama, es de noche y además no consigo encender la luz de la mesilla. 

    En mis manos sujeto fuertemente una caja de plástico llena de cangrejos o escorpiones o arañas, que crecen por segundos e intentan escapar.

    Lo hablo con T que está barriendo los restos de un hormiguero que ha sacado tras un enchufe. Cientos de hormigas muertas por el insecticida empleado, están depositadas en el recogedor azul.

    Vuelve la luz.

    Quiero tirar la caja con su contenido a la calle, pero a través de la ventana veo que hay unos cuantos hombres hablando y no me atrevo.

    Se van.

    Abro la ventana para tirar la caja, pero observo que han desaparecido los arácnidos y ahora solo quedan unos inofensivos huevecillos de gusano de seda.

    Despierto con la sensación de algún peligro incierto.

xxx

    Se especula con la posibilidad de que, desde la perspectiva mas simplista que caber pueda en cabeza humana, los habitantes del pueblo en el que nací y en el que habito desde entonces, son sencillamente ideas, es decir, que no tienen una existencia real, tal y como los seres humanos entendemos el concepto de realidad.

    Me cuesta trabajo desdoblarme para contar desde fuera y desde dentro, al mismo tiempo, desde esta duplicidad que me permite ver a mi gente, entre la que me incluyo, por supuesto, como meras ideas y sentir que su realidad está fuera de esta otra desde la que estoy escribiendo. 

    Parecerá que soy un raro, un friki o alguien que no le rige bien su sentido de la realidad y anda por ahí vagando entre las luces y las sombras de una mente que desvaría, aunque sea solo a veces.

    Bien, considero que todo el mundo tiene derecho a verlo de este modo y cualquier persona dejar en este momento la lectura de mi relato. Total, locos hay unos cuantos y si a todos les da por escribir, estamos apañados. Os comprendo y a mi me pasaría lo mismo, si no fuera porque soy de mi pueblo y al mismo tiempo, no. 

    Así que, como iba diciendo, mis paisanos, son ideas puras, como aquellas con las que especulaba Platón y nadie lo tachó de pirao.

Veamos a ver si soy capaz de explicaros todo este pequeño embrollo, que no es tan difícil, teniendo en cuenta que todas las ideas no dejan de ser también algo que no existe, salvo que sean de esas que pueden fabricarse, pongamos por caso, una batidora. Pero, a cambio, la idea de justicia, esa algo que no tiene correspondencia real, salvo que pensemos que las leyes y quienes las redactan y las hacen propias en un juzgado, sean los que representan la realidad de la justicia.


 

2/2

    Noche de sueño erótico, muy sugerente y feliz.

    Tratándose de esta cuestión, es decente un barniz de autocensura y no contar los detalles del qué, cómo y con quién, no vaya a ser que tenga problemas y acabe en un juzgado.

    (Otra cosa sería que una buena editorial tuviera la feliz idea de publicar todos mis relatos sobre ese sabroso tema. Aunque, tal y como están las cosas, no se yo...)

    Despierto con una gratísima sensación.


3/2

    Estamos T y yo haciendo cola frente a un edificio donde hay una cafetería pequeña y con estrechas escaleras, para tomar el café dela mañana. Al lado se abre otra puerta que da a los servicios del establecimiento. Y allí es donde nos trasladamos, porque T quiere ir a hacer pis. El personal que se acumula ante la puerta, también es numeroso, así que de cualquier forma toca esperar, pero a mi me fastidia que no pueda tomar mi añorado café.

    Durante la espera, pierdo la mascarilla, se escapa de mi cara y mis orejas, revolviéndose entre los pies del personal acumulado a nuestro alrededor. 

    Todas esas personas, en realidad están mirando algo muy interesante que ocurre a nuestras espaldas, pero que yo no logro vislumbrar que es. 

    De repente, toda la pesada fila de gente, se da la vuelta, de tal forma, que los últimos pasan a ser los primeros y viceversa, lo que hace que yo, que estaba el primero, ahora estoy el último. 

    Despierto con la sensación de haber perdido el tiempo y alguna oportunidad. 


4/2

    T y yo estamos en casa de unos amigos. Encima de la mesa de su salón tienen un acordeón envuelto en varias capas que, según nos cuentan, se lo han encontrado.

    Lo recojo de la mesa y comienzo a descorrer cremalleras de las diferentes capas de fundas de tela donde está envuelto.

    Tras un pequeño forcejeo con la última, consigo que aflore un extraño instrumento de madera, a medio camino entre un acordeón y un diminuto órgano de iglesia .

    Creyendo que por ciencia infusa sé tocarlo, intento presionar sus teclas, mover los tubitos o desplegar el fuelle, pero, por supuesto, no consigo nada. 

    Todos están mirando que trato de hacer y ponen caras de circunstancias, como cuando piensas, claro, ya me imaginaba que este, ni puta idea.

    Visualizo incluso una partitura, pongamos que de Brahms, pero al mirar la complejidad del instrumento, de nada me sirve haber memorizado tantas notas. 

    Desisto y vuelvo a colocar el chisme en su lugar de procedencia, o sea, la mesa.

    Los demás han desaparecido.

    Despierto con la sensación de haber olvidado algo importante. 


5/2

    T y yo estamos en la habitación de un hospital. Todo blanco, incluso las sillas donde estamos sentados. 

    En la cama hay una persona tumbada, vestida completamente de blanco, con gorro y calcetines, como enfundada en un mono completo que la sirviera de sudario. 

    Está viva y nos mira con una profundidad que produce inquietud. 

    T le habla con voz relajada y tranquilizadora. 

    Yo le toco un pie y ella lo retira, por las cosquillas, quizá. Sonríe ligeramente. 

    Nos ofrece unos folios escritos, tres o cuatro, que recojo y no puedo leer porque el texto está desvaído y confuso. No entiendo su contenido.

    Al volver la mirada hacia ella, parece que se hubiera dormido. 

    Quizá ya muerta.

    Despierto con sensación de pena.


6/2

    Estoy en un bar que tiene dos plantas separadas por unas barandillas, unos balconcillos donde la gente se asoma con su bebida en la mano.

    La verdad es que el local está un tanto destartalado, con tablas sueltas y los barrotes de madera que sustentan las barandas andan despegados y a medio camino de la caída súbita. 

    Tengo una discusión con un cliente que está medio borracho y con ganas de bronca.

    Agarro una de esas columnillas de madera y la desencajo de su sitio, con la intención de sacudirle un buen porrazo en la cabeza del broncas.

    Alguien tira de mi y me lleva hasta la calle, donde arrojo el madero a una alcantarilla, siendo llevado por la corriente de aguas sucias.

    No se quien era la persona que me separó de la disputa.

    Despierto con la sensación de ira pegada a mis legañas.


7/2

    Estoy en un teatro, ciertamente hecho una pena, con cortinas desgarradas, escenario atestado de chismes y sin orden, pintura desconchada en las paredes, lámparas que parece van a descolgarse sobre las cabezas de los desatentos espectadores. Un desastre de lugar, que se diría no está allí para dar satisfacción a actores ni a visitantes. ¿Qué clase de negocio teatral, artístico, es ese?

    Sentado, yo solo, en una butaca roja y coja, perteneciente a una fila que no parece anclada al suelo, pues se tambalea, se me acerca una señora y me exige que abandone mi localidad inmediatamente, pues esa es la suya, cosa que lo acredita con una entrada, que por otra parte no tiene. 

    Se pone tan molesta, que termino gritándole mi derecho a ponerme donde me de la gana. Insiste en su posición irracional (al fin y al cabo el teatro estaba semivacío) y lo que hago como respuesta es levantar toda la fila con mis brazos, cargármela a la espalda y salir con la fila entera sobre mi, como un estibador con una mercancía pesada o como uno de esos trabajadores de mudanzas, forzudos y hábiles en su extenuante trabajo.

    Salgo a la calle y arrojo la fila de butacas rojas a una alcantarilla, cuya boca inmensa la traga sin problemas y la conduce a su conducción de aguas de lluvia.

    Despierto con una cierta satisfacción.

    

8/2

    Estoy en un local donde hay una conferencia de no se qué, sentado al fondo de la sala, llena de gente que no para de hablar, sin dejar que los ponentes puedan oírse, al menos desde tan lejos como estoy yo.

     En un momento determinado se hace un silencio atronador, de repente, sin saber muy bien a qué responde.

    Un carro enorme, como los de la compra, pero mucho más grande, entra solo en el escenario, como empujado por el viento. Está lleno de paquetes de colores.

    La gente prorrumpe en aplausos y gritos de emoción.

    Los conferenciantes lanzan las cosas hacia el patio de butacas, donde se organiza una buena pelea por hacerse con alguno de esos paquetes, vaya usted a saber qué son.

    El caso es que donde estoy yo no llegan y mis vecinos se lanzan por encima de las filas para hacerse con alguno.

    En ese momento siento que estoy fuera del local, solo, donde sopla un fuerte y frío viento .

    Despierto con una sensación de liberación en el cuerpo.


9/2

    Estoy en un hotel, sentado en la zona de recepción, llena de barro y cristales rotos, solo y con dos maletas a mi lado.

    Frente a mi, dos tipos, que yo considero de mal aspecto y condición, están mirándome.

    De repente se levantan y se dirigen hacia mi con algo entre las manos.

    Son cartones de tabaco que me ofrecen para vendérmelos.

    Tabaco rubio americano. 

    Me piden 65 € por cada paquete, no por cada cartón, no,  por cada paquete. Y claro, sabiendo lo que cuestan en el estanco, me alucina pensar que quieran cobrar esa cantidad. No obstante, no discuto. Me levanto y les digo que no fumo, que gracias.

    El más alto me agarra de la chaqueta y me zarandea. 

    Despierto súbitamente, con la sensación de ira contenida.


10/2

    Estoy en la casa de la calle del A. Asomado a un balcón que esa casa no tenía, pero si alguna del mismo bloque. Mi madre siempre añoró no tener ella el balcón, que en realidad tenia treinta centímetros de ancho por un metro de ancho, pero así es lo que se desea.

    Junto a mi, están los dos, mi padre y mi madre. 

    En la calle hay un trío de hombres que miran hacia arriba sin saber yo con qué intenciones.

    En el balcón hay una maceta grande llena de tierra, pero sin planta.

    La recojo del suelo y arrojo su contenido sobre los tipos que nos miran, un tanto asombrados al ver caer sobre ellos la tierra húmeda de la maceta.

    Indico a mis padres que se metan en casa, al objeto de protegerlos, de un riesgo impreciso o absurdo.

    Se resguardan en el salón y yo me quedo fuera mirando a esos hombres, manchados de tierra ahora.

    Despierto con la sensación de que no tenía que haber hecho eso, no había motivos suficientes.


11/2

    Estoy como turista en un extraño viaje a un extraño Japón, al que nunca he ido ni creo que vaya jamás. Pero en este sueño si creo haber visitado este país maravilloso.

    Nos llevan de la ceca a la meca, metidos en un autobús y en un grupo muy numeroso, que a lo largo del día se va disgregando y quedándose reducido a mi solo.

    Creo recordar que lo primero que visitamos fue la universidad de Oxford, una biblioteca antigua gigantesca, donde ya empezaron los líos oníricos, tales como pasar por los diferentes pasillos y balconadas como en un dron, sostener ejemplares milenarios y borrar el contenido de otros con la yema del dedo. O sea,...

    En otro momento he estado en una sala como un vestuario de un gran gimnasio, donde nos lavábamos la cara y los pies en el mismo cuenco de piedra con agua hirviendo. 

    Pasábamos a un comedor enorme lleno de extraños platos desconocidos para mi, donde todos los turistas comían y bostezaban al mismo tiempo.

    Ya en las calles abarrotadas de gente diversa, la policía corría tras unos tipos, que alguien dijo eran de la mafia japonesa, la yakuza o algo así, que yo, sabiondo, se lo explicaba a un compañero de viaje.

    A estas alturas ya habíamos perdido de vista los que inicialmente íbamos juntos. Hasta el punto que yo le preguntaba a S donde estaba A. Y ella me contestaba que con su amor. 

    Me despierto con mucha confusión mental, la verdad.


12/2

    Estoy en un finca campestre, en medio de un paisaje similar a la dehesa salmantina. 

    Tiene varios edificios, a modo de naves ganaderas o de talleres, alrededor de una pequeña plaza, a la que se accede cruzando una puerta metálica, que ahora está cerrada. 

    Tengo el coche en medio de ese corralito, con el capó abierto, como si alguien fuera a hacerle una revisión o un  arreglo mecánico, pero por allí no hay gente.

    Recojo las llaves del vehículo de una percha hecha con un clavo oxidado, con la idea de largarme de allí, puesto que parece que nadie va a atenderme. 

    Me doy cuenta que tengo que esperar a T y a S, que distingo a lo lejos, la niña con un pañuelo triangular de cuadros azules y blancos cubriendo su cabeza.

    Mientras espero, veo como la puerta de hierro comienza a abrirse y entra a la finca un coche, pero marcha atrás.

    Me subo al mío y me voy, aprovechando que la puerta está abierta, con la idea de recoger a T y S en el camino.

    Despierto con la sensación de la pérdida de tiempo en los talleres.


12/2

    Estoy con mi padre en su antigua oficina , a la que yo iba de vez en cuando a ayudarle en su tarea, por lo cual recibía una pequeña asignación económica, o dineraria, en dinero negro, claro.

    Tengo encima de la mesa un montón de abultados sobres de papel color marrón.

    Los voy tomando de uno en uno y abriéndolos, descubriendo que en su interior hay deferentes fajos de billetes de 100 pts. 

    Mi padre me da instrucciones para que los vaya contando y poniéndolos en montones con la misma cantidad. 

    Sin embargo no entiendo muy bien la tarea y los descargo sobre la mesa uno tras otro, sin orden, resultando que los billetes desbordan la superficie del mueble y se van al suelo.

    Mi padre no se enfada. Se ríe y me dice: Tu también serás pobre.

    Despierto con una cierta tristeza, mezclada con una sonrisa. 


13/2

    Estoy en el gimnasio al que iba el año pasado y que a día de hoy he dejado, por lejanía. 

    El recinto está repleto de gente haciendo sus ejercicios.

    Sin embargo, yo voy a comer al comedor del que dispone el centro. Está a rebosar también.

    Estoy en una mesa en el centro del salón y todo el mundo pasa saltando por encima de ella, dejando mi plato lleno de restos de sus zapatillas o de su sudor. Una mierda de comedor y una mierda de comida.

    Recojo mis cosas y con el tuper en la mano me largo a la calle a comer tranquilo. 

    Despierto con la sensación de que había abuso de poder, o acoso, a mi alrededor. 


14/2

    Estoy de viaje organizado, junto a T y otras personas.

    Es la hora del desayuno y nos meten a todos los turistas en una terraza donde hay un montón de mesas repletas de gente y cosas diversas.

    Pido y café con leche y me traen una tazón enorme y un plato lleno de porras y churros para mi solito.

    Mientras, a todas las personas de la mesa les regalan una empuñadura de madera tallada para bastón de formas muy diversas, desde cabezas de animales a cuerpos de aves completos. 

    Despierto con la sensación de que me he quedado sin algo importante, por el afán de comer. 


15/2

    "Exponía el esplendor de sus pechos, de su vientre, de sus piernas, cuya áurea lisura lamían las llamaradas" Tomado de El viaje de los siete demonios de Manuel Múgica Laínez.

    Repetía esa frase una y mil veces. 

    Desperté con un cierto agobio.


16/2

    Estoy en mi antiguo colegio donde trabajé durante mas de treinta años (joder que viejo soy).

    Es el momento del carnaval y E uno de los compañeros más apasionados por su celebración se gita entre mucha gente disfrazada, niños, padres, compañeros. 

    Es un tiempo de locura colectiva, donde, a veces me encuentro fuera de lugar o pasivo, ante tanto jolgorio y alegría. 

    E me lleva a una habitación oscura y me dice que, como a los niños, me va a castigar en el cuarto oscuro si no soy capaz de salid de allí con un disfraz, el que sea.

    Ese lugar parece ser una dependencia donde se recoge el material de gimnasia y disfraces de obras de teatro y restos diversos de otras actividades escolares. 

    Así que a oscuras voy reconociendo trajes y diferentes elementos que mue voy poniendo, hasta componer lo que yo creo es un disfraz apropiado para mi edad y condición. 

    Cuando salgo todo el mundo se vuelve hacia mi y comienza la risa y la ovación colectiva al verme vestido de maceta de flor de pascua.

    Despierto con la misma sensación de vergüenza real que pasaba en aquellos tiempos.


17/2

    Estoy en una comida colectiva en un restaurante situado al aire libre, en una zona rocosa y empinada.

    T y JL arriba sentados a la mesa, dispuestos a comer y  yo, cargado con un pesado cubo metálico con comida sobrante para los perros (¿los míos que nunca he tenido?)

    Ellos me miraban extrañados que en ese restaurante sirvieran comida para perros.

    Despierto con la sensación de cansancio y un poco de asco por el contenido del cubo.


18/2

    Estoy en la calle, con la sensación de ser un adolescente, el A de hace muchos años, vagando por la Gran Vía de mi ciudad natal.

    Trato de ligar con las chicas que pasan con aquellas absurdas bobadas que decíamos o hacíamos entonces.

    Una chica se para, me mira de frente y me explica con palabras muy elocuentes y convincentes los bobos que somos lo tíos y el absurdo de nuestro comportamiento.

    Le doy la razón y le tomo la mano delicadamente y se la beso.

    Me despido y me alejo de ella.

    Despierto con la sensación de ridículo.


19/2

    Estoy en los bajos de un edificio, en su sótano diría yo. Me acompañan dos personas, que no podría identificar. 

    El reto es bajar por debajo de los escalones de la escalera que desciende más abajo del sótano.

    Baso esos escalones hay unas barras de hierro, pintadas de blanco, de las cuales nos colgamos y vamos descendiendo, agarrándonos con nuestras manos, como expertos trapecistas.

    Llegamos abajo hasta un punto donde ya no se puede continuar descendiendo.

    Decidimos volver arriba, usando el mismo procedimiento pero hacia atrás, es decir, mirando siempre hacia abajo, pero al llegar al primer escalón, ya no hay barra, ha desaparecido, lo que nos obliga a dar un salto. 

    La puerta que da a la calle está cerrada. En ese momento entra el portero de la finca y nos echa a la calle.

    Despierto como fatigado.


19/2

    Estoy en el baño colectivo de un camping. Tiene paredes de plástico transparente y está al aire libre.

    En su interior abundan los recipientes de diferentes productos de limpieza, pero ninguno para la del cuerpo. Ni hay champú, ni gel de ducha, ni tan siquiera jabón. Contrariado y sin lavarme, salgo y me dispongo a comparar ropa infantil que hay sobre unas mesas, como en un mercadillo.

    Despierto con la sensación de falta de limpieza en mi piel.


20/2

    Estoy en un pub inglés, pero no en Inglaterra, o al menos, eso es lo que creo.

    Está repleto de gente, reunidos para una fiesta, sentados en bancos alrededor de largas mesas rectangulares. 

    Comen y beben y yo me pido un café con leche, pero me llenan el vaso de coñac. El café está encima de una mesa y para poner el licor, una camarera mete el vaso en un cubo de madera y lo saca lleno de un liquido marrón que huele que tira para atrás.

    Lo tomo entre mis manos, como si fuera un tesoro que no quiero que me arrebatan y alguien dice:

    "Con el permiso de A, vamos a cantar"

    Y comienza un festival de cancones obscenas cantadas a coro por todo el grupo.

    Me siento al lado de M (un antiguo alumno) que me cuenta que se va a presentar para la dirección porque en poco va a  quedar vacante el puesto. 

    Hablamos.

    Me despierto con la sensación de barullo.


21/2

    Estoy en un restaurante (empieza a resultar sospechoso este anormal gusto mío por las comidas) cenando con gente y por haber pedido determinado tipo de carne, me regalan dos pares de zapatos, unos masculino y otros femeninos, y al probármelos, compruebo que me están grandes.

    Tampoco le quedan bien a T y pienso en A, pero a él no le gustan.

    A pesar de estarme grandes, me calzo uno en cada pie, el de hombre es clásico de color rojo oscuro y el de mujer es de tacón alto, rojo Moscú. Al andar parece que perdiera el equilibrio, pero a pesar de eso consigo dar unos pasos.

    Ya sin ellos, salimos a la calle, donde hay mucha gente con modelos extraños y llamativos, como si estuviéramos asistiendo a una pasarela de moda.

    Al parecer hay un evento donde regalan ropa o la venden a precio muy rebajado, en concreto unos chalecos de tela de toalla, de color verde fosforito para ir a la playa. 

    T se siente mal porque no sabia nada de esto y hubiera querido aprovecharse de las gangas. 

    Me despierto aliviado por salir de aquellas calles.


22/2

    Creo que estoy en casa de P, en su pueblo. En la habitación que acampamos hay varias personas, de la tertulia y también T. Yo estoy de pies intentando ponerme diferentes gorros y bufandas de lana blanca en la cabeza y sobre los hombros, pero se me caen una y otra vez. En ese momento, T, me dice que hay una regatera de agua que circula por una de las paredes de la habitación, pegada al suelo. Lo miro y efectivamente, un chorro de agua sucia va de un lado a otro del cuarto. Salgo a la búsqueda del origen del manantial y llego a un patio porticado donde hay muchos grifos y tuberías y bañeras y lavabos, con diferentes llaves de paso. Pienso que ahí puede estar el origen del problema y voy cerrando uno a uno todos ellos. T me dice que va a ver si se ha parado la afluencia de agua en el salón de la casa, donde siguen las personas citadas.

    Despierto con ganas de mear.


23/2

    Estoy en el salón de mi casa de To. Al fondo de la habitación, donde están los ventanales, en el suelo, hay un perrillo blanco, lanudo, que se desliza de un lado a otro, como si el piso fuera de hielo, dejando una estela húmeda en el parqué.

    Me acerco a él y lo cojo del cuello, comprobando que, efectivamente, está mojado porque se ha meado en el suelo. Me lo llevo al baño a lavarle y ahí se acaba todo.

    Me despierto pensando en un monólogo de D Rov. que vi el otro día en N. en el que hablaba de su perra y de los perros en general.


24/2

    Estoy en un lugar haciendo una grabación con el móvil, para promocionar un viaje. Tras las imágenes que estoy tomando, aparezco en primer plano para explicar en que va a consistir el periplo.

    Tras esto hay que llevarlo a cabo, con todas aquellas personas que se impliquen en la aventura.

    Me veo a mi mismo en el principio de un recorrido de alta montaña que no conozco y, viendo la cantidad de gente que esta tras de mi esperando mi guía, me asusto y me largo. 

    Despierto con la sensación de no haber cumplido con algo.


25/2

    Estoy mirando un chiringuito de playa que tiene una balaustrada frente al mar.

    En ella hay tres atriles con periódicos (Telegram es su cabecera) dispuestos para ser leídos por la gente que pasea por allí.

    En uno de los puestos está P, interesado y absorto en lo que está leyendo.

    Yo lo observo desde atrás, esperando mi turno para leer.

    P abandona su atril lector y al comprobar que soy yo el que espera para ocupar su puesto, se vuelve a poner, impidiendo que yo acceda a la lectura.

    Despierto con la sensación de que P sigue siendo un egoísta acaparador.


26/2

    T, M y yo estábamos de visita turística en una ciudad similar a Ávila, amurallada.

    Adosadas a la muralla había viviendas a modo de cuevas que las gente había ido construyendo con el paso del tiempo, unas históricos y otras más modernas.

    En una de ellas estaba Tomás, colaborando en la construcción de los que entendía sería su casa. Lo conocí perfectamente, a pesar del tiempo transcurrido desde la última vez que nos vimos. Y él a mi también.

    Sin embargo, o precisamente por ello, tras iniciar por mi parte una conversación amistosa, me volvió la cara y no me contestó.

    A la vista que la vieja enemistad seguí vigente por su parte, opté por no seguir intentando un acercamiento y me fui, continuando con nuestro paseo.

    M iba diciendo cosas de él (ella estuvo enamorada de T durante un tiempo y él a su vez, lo estuvo de la prima de M) y yo, por mi parte despotricaba sobres su actitud estúpida y desagradable. 

    Desperté con sensación de desagrado.


27/2

    Estamos T y yo en la calle Estrasburgo, pegado a la acera, como otra mucha gente,, esperando que pase lo que creo podría ser una procesión o una cabalgata o una manifestación de cualquier tipo.

    Al poco se acerca un coche descapotable de color gris, en el cual iban Ana y Nana, su perrita. Llevaban una pose como si fueran divas del mas añejo Hollywood. Curioso y simpático al mismo tiempo.

    Desperté con una sonrisa.


28/2  (último día de febrero y ultimo para recopilar sueños)

    Paseo por una calle cercana a la mía, donde hay un instituto.

    Al lado de él, en la esquina que da a la rotonda, hay unos contenedores para clasificar la basura. 

    Me acerco a uno de ellos y al abrirlo compruebo con asombro que hay cientos de brillantes monedas entre los residuos de plástico.

    Con casi medio cuerpo dentro del contenedor, intento recoger todas las monedas que puedo y llenarme los bolsillos del abrigo.

    Despierto con la sensación de qué pena que fuera solo un sueño. 

    

PD

    De todos es conocida la dificultad que existe para memorizar adecuadamente un sueño que acabas de disfrutar o sufrir. Crees que lo has retenido, pero los recuerdos se diluyen y se escapan de la memoria como el agua entre las manos. Si consigues atrapar algún detalle o el núcleo duro de cualquiera de ellos, al poco dejan de existir y la huella nemónica que queda es muy débil, salvo, claro está,  que sea un sueño repetido en el tiempo o una pesadilla reincidente que consiga, incluso, hacerte sufrir. Este último, y a día de hoy, no es mi caso, afortunadamente. Sin embargo, hubo una época en la que soñaba reiteradamente con una casa que se hundía (quizá si creo que conozca el significado de este sueño), deterioraba o estaba a punto de derrumbarse. Con sus recuerdos me llegó para hacer un poemario que he enviado a un afamado certamen poético y con el cual se limpiarán el culo.

    


    









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